El país más pobre del hemisferio occidental era una imagen de devastación conmovedora ayer, un día después de un terremoto de magnitud 7.
El temblor dejó edificios colapsados, desde hospitales, escuelas, iglesias y casas destartaladas hasta el reluciente palacio presidencial, y de los escombros se desprendía una nube de polvo blanco que envolvía la capital entera.
Las ambulancias serpenteaban entre la muchedumbre, evadiendo a timonazos los cuerpos abandonados en las calles y a hombres que cargaban improvisadas camillas con algún herido.
Los sobrevivientes deambulaban aturdidos, algunos gimiendo los nombres de algún ser querido, rezando o pidiendo ayuda. Otros, con heridas que rápidamente se infectaban, se sentaban a la orilla de los caminos y esperaban un doctor, sin la certeza de que alguno llegaría.
Helicópteros de rescate zumbaban encima de cuerpos semidesnudos, que yacían sobre montañas de escombros y metales retorcidos.
"Miles de personas se volcaron a las calles llorando, cargando cuerpos ensangrentados, buscando a alguien que pudiera ayudarles", dijo el director divisional de los servicios de desastres del Ejército de Salvación en Haití, Bob Poff, en un mensaje publicado en el sitio web de esa organización.
Sin cifras oficiales
No había un conteo fiable, pero las autoridades temen que miles, quizás decenas de miles, hayan muerto en el terremoto. Algunos líderes haitianos comentaron que la cifra podría superar los 100 mil.
El estacionamiento del Hotel Villa Creole se convirtió en un centro de clasificación de heridos. Bajo improvisadas tiendas hechas con sábanas ensangrentadas, decenas de personas yacían quejándose de dolor por las lesiones en sus cabezas, huesos rotos y costillas quebradas.
"Ya no lo soporto. Mi espalda me duele demasiado", dijo Alex Georges, de 28 años, quien había estado tumbado en el lote desde hacía más de un día a la espera de auxilio.
Saqueos y huidas
Varios miles de policías haitianos e internacionales salieron a las calles ayer para limpiar los escombros, dirigir el tráfico y mantener la seguridad. Pero era poco lo que podían hacer frente a los saqueadores que merodeaban las tiendas y las muchedumbres de refugiados desesperados que cargaban con posesiones rescatadas.
Los haitianos que aún podían caminar salían por cientos de la capital. La policía gritaba órdenes para mantener el tránsito en las esquinas congestionadas mientras ambulancias y camionetas de Naciones Unidas avanzaban hacia el centro de Puerto Príncipe.
En el barrio de Petionville, la gente usaba mazos y sus propias manos para excavar en un centro comercial derrumbado. Camino arriba, unas 200 víctimas instalaban lonas o sábanas en el estacionamiento de un teatro para protegerse del sol.
"La necesidad inmediata es la de rescatar a las personas atrapadas bajo los escombros y luego darle comida y agua a la gente", dijo la directora de la organización humanitaria estadounidense CARE, Sophie Perez. "Todo urge", añadió.
Un duro golpe
El terremoto que sumergió a Haití en la tragedia este martes es otro golpe a una nación que ha sufrido más que la cuota esperable de miserias. Inestabilidad endémica, dictadores asesinos, más de 30 golpes de Estado y una serie al parecer interminable de huracanes y otros desastres naturales han cobrado cientos de almas en esta nación que, tras 206 años turbulentos de historia, es la más pobre de América y depende por completo de la ayuda extranjera.
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