miércoles, 21 de marzo de 2012

PAULA CARABALLO: 111 años abrazando la pobreza

PAULA CARABALLO
Es la mujer más espigada, mide 6.8 pies de estatura y la de más edad que se conoce en Hato Mayor
Manuel Antonio Vega
HATO MAYOR.- Cuando ya su piel se ha disecado en los huesos, su visión le está fallando, y aunque sonríe como una niña, a carcajada, Doña Paula Caraballo, una anciana que arribará a los 111 años, está pidiendo de las autoridades y el gobierno que no quiere morir viendo que la casa donde vive tenga piso de tierra y la lluvia siga mojando la cama donde duerme, porque en la misma cuando llueve “llueve adentro y escampa afuera”.
La longeva mujer, que recuerda episodios de los gobiernos de Lilí, Horacio Vásquez y Trujillo, sostiene que ha llegado a esa edad porque en su época se comía más carne que víveres y arroz.

Nació en 1901, época cuando la cédula de los hombres era un papel blanco, con su nombre, sus apellidos, el escudo dominicano y el paraje donde vivía. Era cuando Lilí puso a funcionar la Ley de Camino.
Natural de Bayaguana, Paula llegó a Hato Mayor a principio del primer quinquenio de la década de 1930, durante el régimen del sátrapa, Rafael Leonidas Trujillo.
Con su esposo, Bonifacio Aquino, ya fallecido, procreó ocho hijos, siete de ellos con vida, todos sobrepasan los 60 años de edad, citando a Reina, Alipio, Domingo, Amado, Melania, Calazán, Juana (fallecida) y Norys Aquino Caraballo

“Yo comía muchos plátanos con carne y bacalao asado, pero ahora estoy comiendo pajita que mis hijos pobremente me pueden dar”, sostiene la anciana, que no deja de mover sus piernas cuando gesticula la boca para hablar.
Laboró la tierra con su esposo, llegando a sembrar cacao, café y rubros agrícolas, para ayudarlo en el sostén de los hijos.
“No era enfermosa, la enfermedad mía es la edad, pero no sufro de nada, mi quebrando están en los años y la preocupación de irme de esta tierra viendo la casa donde vivo con piso de tierra y goteras por doquier”, acotó.
La pobreza es visible en “hogar” donde vive Paula, que no deja de decir: “Soy pobre, mis hijos son pobres también, apenas me dan la comida. Recibiré del gobierno lo que me den”, indica saboreando su deshabitada concavidad bucal.
La cama donde duerme tiene como sostén cuatro pedazos de block y las rendijas que tienen las tablas de palma provocan que la claridad alumbre la habitación.
REINA Y MARIA, HIJAS DE PAULA CARABALLO
La espigada anciana, que mide unos 6.8 pulgadas, camina y se moviliza por la comunidad del 15 como el primer guandul, a pesar que solo presenta problema en la visión.
Actualmente, doña Paula Caraballo está residiendo en casa de su hija María Aquino Caraballo, quien tiene unos 75 años, en la comunidad conocida como Kilómetro 15, sección Juan Jiménez, de Hato Mayor del Rey, donde jóvenes y adultos van a escuchar las historias que narra de gobiernos de inicio del pasado siglo.
Las hijas están sorprendidas con la longevidad de su madre, atribuyendo su alargada vida a la pureza del aire campesino y a que en la antigüedad se comía sano y muchos.
VITRINA CAMPESINA
Aunque el pelo se le ha cubierto de nieves, se puede colegir que era un pelo lacio, con lo cual ella misma dice, “me conquisté a mi esposo, con este pelo, que hoy es de nieve blanquecina.

Cuando Paula nació, en los campos dominicanos, se cocinaba con manteca de cerdo y del extraído de la copra de coco.
A su edad, sigue siendo útil, ya que es requerida por alcaldes pedáneos para gestionar ante la oficialía civil, actas de nacimientos tardías a personas de la comunidad.
A Paula le está fallando la visión. Dice que casi no ve de su ojo izquierdo y que del derecho ve borroso, pero que su mayor preocupación en sus 109 años, es que no quiere morir viendo cómo vive su hija María en una casa con piso de tierra, sin estufa, camas adecuadas, sin sillas para sentarse ni un radio para escuchar noticias.
“Ya no puedo ensartar una aguja, mi visión, según va subiendo el día se va empañando, como no quisiera yo tener mis ojos bueno y regresar a la juventud, para ayudar a mi hija, que tanto esfuerzo hace para que yo esté bien y coma”, dijo.
Y agrega: “No quiero morir y ver a mi hija viviendo como vive, con un ranchito cayéndose, sin piso de cemento, el cuarto donde duermo está todo roto, no tiene ni donde guardar los traste, lo engancha en las rendijas de la casa. Si ella está bien, yo estoy bien”, significó la centenaria abuelita.
Las paredes de la sala de la casa son la vitrina, donde se pueden apreciar platos, jarras y cantimploras para tomar agua, mientras que tres piedras en un fogón, dentro de la cocina, sirven para cocer los alimentos y preparar las tisanas campesinas, en base a hojas de Yanten, Limoncillo, Tedenque y Ozúa.
El agua de coser los alimentos es almacenada en tanques viejos y se cocina con leña seca o charamico de naranja, que buscan en los campos de china del Consorcio Citrícola del Este, porque no hay estufa.
Los hijos y los esposos de las hijas viven de conuquismo y de echar días como jornaleros
HABLA MARÍA
Para Reina y María, dos hijas que se encontraba en la casa en momento que LISTIN DIARIO visitó a doña Paula Caraballo, para saber del cuadro de miseria que le rodea, dicen estar sorprendida con la longevidad de su madre y la atribuyen a que sus tiempos de juventud se comía bien y se respiraba aire puro de campo.
“Esa mujer no se enferma y todavía come de todo y como una campeona, pero la carne de res y cerdo es la que más le encanta, acompañada de plátano y yuca”, sostienen.
Indican que su queja la limita a que no quiere morir viendo la casa de piso de tierra.

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