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FELIVIA MEJIA Más de la mitad de las mujeres que guardan prisión en las cárceles del país están condenadas por violación a la Ley 50-88 (sobre Drogas y Sustancias Controladas). Sin embargo, los números de apresados por narcotráfico que registró la Dirección Nacional de Control de Drogas el año pasado muestran que los hombres involucrados en esa actividad distan significativamente de las mujeres: 25,142 masculinos, frente a 806 féminas.
Las apresadas por drogas son en su mayoría jóvenes de 18 a 35 años. En los centros de rehabilitación, las adictas son menos que los hombres. Ellas son más inestables que ellos en el tratamiento, porque se apresuran a reintegrarse a sus actividades cotidianas.
Datos de Hogar Crea revelan que la mayoria de las que buscan ayuda son mujeres con edades entre 36 y 50 años.
“La vida no te alcanza a ti para arrepentirte de ese error”. Las lágrimas mojan los ojos de Andrea Lantigua, de 52 años, cuando hace esta afirmación. Cumple más de la mitad de una condena de siete años de prisión en la cárcel de Najayo por violar la Ley 50-88 (sobre drogas).
Andrea, dominicana nacionalizada holandesa, es una de las 300 mujeres presas por tráfico de drogas en el país (52% del total de reclusas: 582). Como la mayoría de ellas, sirvió de “mula”. Cuenta que necesitaba dinero y una amiga le dijo que conocía quién le pagaría siete mil euros por trasladar de Santo Domingo a Holanda un kilo de cocaína en su estómago. “Nunca en mi vida había visto droga.
Todavía no la conozco. Lo hice por desesperación. Uno siempre sueña con algo más, tenía la ansiedad de regresar a residir a Santo Domingo, pero no tenía dinero”.
Es un error que, con suerte, a algunas sólo les cuesta su libertad. Otras, sufren la desintegración de su familia, pierden sus casas y sus trabajos y los ahorros propios y ajenos de toda la vida en servicios de abogados. Del total de hombres encarcelados, el 34% (7,124) está condenado por violar la Ley 50-88.
A María Isabel Fuentes, española criada en Francia, de 52 años, su mala decisión le arrebató por un tiempo la comunicación con sus cuatro hijas.
Una de ellas, narra, no salía a la calle porque temía ser agredida. “Fue una desesperación. Tenía deudas que pagar. Una amiga me contó que le había dado resultado, y yo quería intentarlo. Dije que iba a España y realmente venía por nueve días a Santo Domingo a buscar la droga para llevarla a Francia”, recuerda.
Lily Gerard, francesa de 19 años, expone que su familia gastó casi dos millones de pesos en abogados. Los cambiaba con frecuencia porque algunos abandonaban su caso luego que cobraban el dinero. “Yo tenía una familia que me quería mucho. No sé por qué lo hice.
Ahora lo dañé todo. Quiero volver a la escuela a estudiar enfermería y olvidar todo esto”. Para cumplir ese sueño le falta menos de dos años de la condena de cinco que le dictó el juez.
En Najayo, de las 148 presas por drogas, 38 son extranjeras, la mayoría holandesas. Le siguen las españolas, luego norteamericanas, panameñas, peruanas, mexicanas, puertorriqueñas, jamaiquinas y haitianas.
Estas mujeres tienen en común que quienes les ofrecieron entrar en el “negocio” eran amigos muy allegados, que no volvieron a ver nunca más luego de que fueron apresadas. Ninguna denunció a la persona que le suministró la cocaína o heroína.
Otra cara. Su delito no es transportarla ni venderla, sino consumirla. Las mujeres que consumen drogas cumplen también condena en la cárcel de la adicción. Muy pocas adictas buscan ayuda para rehabilitarse, tomando como parámetro las estadísticas de Hogar Crea Dominicano (HCD).
Registros de esa institución, que trabaja con adictos, reflejan que del total de ingresos del año pasado, sólo el 6.3% (164) fueron mujeres, mientras que el 93.7% fueron hombres (2,454).
“Cada año, lejos de disminuir la cifra, se va incrementando. Poco, pero siempre se observa en aumento. La disponibilidad de drogas no ha disminuido”, expone Julio Díaz, director de tratamiento de HCD.
A Eridania Martínez, de 22 años, su adicción la indujo a robar dinero para comprar crack, la más usada de las drogas, según datos de HCD que reflejan que el 56% de los adictos consumen ese narcótico.
Le siguen la cocaína (31%), marihuana (4.6%) y la heroína (3.2%), que en los últimos años ha cobrado más fuerza. Díaz explica que la cifra femenina es menor por el estigma, ya que asegura que muchas veces no acuden a tratamiento por temor al rechazo social. De los 44 centros que tiene Hogar Crea, tres están reservados para las mujeres (Distrito Nacional, Santo Domingo Este y Santiago).
El consumo pasa más inadvertido
Solo una vez
Las “mulas” apresadas no son reincidentes
La directora del Centro de Corrección y Rehabilitación Femenino Najayo-San Cristóbal, Patricia Lagombra, explica que las condenadas por drogas no son reincidentes, ni son de reingreso. Explica que el 10% es consumidora de drogas y el 2% es adicta.
Esas reclusas, apunta, entran en un programa especial ejecutado por el Departamento de Psicología, que les ofrece terapias de grupo e individuales para que superen su adicción. “Han caído en esto por una circunstancia, por la desesperación por obtener lo que todo el mundo quiere: una casa, un carro, pagar la educación de los hijos… La mayoría son muchachas jóvenes, de 18 a 35 años”. Lagombra aboga porque la sociedad acoja a estas mujeres cuando salgan de la cárcel, que les dé oportunidad de demostrar que han cambiado. “De aquí salen renovadas. Las formamos en valores y aprenden oficios técnicos”.
Incremento
Más mujeres consumen drogas
El psicólogo Feliciano Rosario, coordinador del Programa de Rehabilitación de Casa Abierta, expuso que el consumo de drogas es mucho menos proporcional en la mujer que en el hombre, pero que cada vez son más las mujeres que consumen drogas y alcohol. Sin embargo, es ínfima la cantidad que busca ayuda. “Cuando lo hacen es porque realmente la situación se le ha escapado de las manos. Su consumo pasa más desapercibido.
Regularmente llaman la atención cuando llega una etapa que les causa problema”. Dice que la persona cae en drogas por múltiples factores, pero regularmente se trata de personas que provienen de un hogar autoritario y castigador, o que haya sido muy permisivo, donde las reglas de disciplina no están claras. Entre los factores señala la baja autoestima, pobre tolerancia a la frustración y poca capacidad de comunicación.
Dinero
Una actividad que mueve millones
Condenadas por intentar sacar drogas del país aseguran que no recibieron dinero antes de la operación. Dijeron que confiaban en las persona que las contactó y nunca pensaron que podrían ser objeto de estafa. A Lily Gerard le ofrecieron 25,000 euros por pasar cinco kilos de cocaína desde Puerto Plata a Francia. A algunas las engañan, les dicen que llevarán una cantidad y sucede que al final lo que llevan es más.
A María Isabel le ofrecieron 10,000 euros por trasladar ocho kilos de cocaína, cuando la descubrieron en el aeropuerto, en la maleta llevaba 16 kilos. Mientras que la oferta que aceptó Madeline Boom era de 10, 000 dólares por llevar a Estados Unidos un kilo de h eroína.
Tratan de pasarlas en diferentes formas: dentro del estómago, pegadas al cuerpo con cinta adhesiva (debajo de la ropa) o dentro de una maleta, escondida entre calzados y vestimentas.
Las causas
Andrea Lantigua
Reclusa
“Cuando estás haciendo eso no piensas en el peligro. Yo pensaba en el dinero que iba a ganar y en las deudas que iba a paga con ese dinero. La persona que te contacta nunca te habla de los riesgos, sólo te alardea de los beneficios que obtendrás. A mí me dijeron que yo podía hacer un gran negocio, entonces, no dudé en aceptarlo”.
Madeline Boom
Reclusa
“Yo lo hice por ambición. No culpo a nadie. Yo tenía un buen trabajo, era manager (gerente) en un restaurante en Estados Unidos y también estaba estudiando. Escuchaba a algunos clientes hablar del negocio de las drogas. Yo insistí en que quería probar suerte, me ofrecieron 10 mil dólares por llevar un kilo de heroína”.
Sheila Bergwin
Reclusa
“No sé qué pasó. Yo no sé. Creo que fue por emoción. Yo vivía bien, trabajaba en una tienda y estudiaba ingeniería. Veía a mis amigas con mucho dinero, entonces les pregunté que como lo consiguieron y dije: yo también quiero. En el aeropuerto, ellas pasaron sin problemas, la que no pudo pasar fui yo. Me detuvieron de una vez”.
María I. Fuentes
Reclusa
“Nunca lo negué. Cuando la Policía me interrogó, yo dije que sí, que la maleta con la droga era mía. La persona que me entregó la maleta me había dicho que llevaría ocho kilos de cocaína, pero, por el peso de la maleta, sabía que había más de eso. Después me enteré que los que me contrataron también están presos”.
Los inicios
Lily Gerard
Reclusa
“A mí me agarraron de una vez. Yo tenía la droga amarrada en los muslos y llevaba puesta una falda corta. Cuando iba pasando por el detector, sonó. Inmediatamente la mujer policía me puso la mano en el cuerpo, sintió los paquetes que tenía en mis piernas. En ese preciso momento, yo sentí que el mundo se me caía encima”.
Eridania Martínez
En recuperación
“Nadie quiere estar aquí, pero estás porque sabes que es importante. Cuando caes en adicción, pierdes la confianza de tu familia. Nadie te cree. Yo descuidé mucho a mi hijo, que ahora tiene cuatro años, porque duraba hasta un año que no llamaba para saber de él. Ahora estoy demostrando con hechos que quiero cambiar”.
Stephanie Caba
En sanación
“Empecé a consumir marihuana por influencia de mis amigos, cuando tenía 14 años, por estar en el coro. Yo nunca pagué por la droga, siempre me la regalaban los muchachos del barrio. Yo tenía carencia afectiva, me sentía sin apoyo. Dejé la escuela, no estaba haciendo nada. Mi madre me trajo a Hogar Crea para ayudarme”.
Clara María Pozo
En recuperación
“Consumía crack y cocaína. Hasta llegué a robar para poder comprarla, me ponía agresiva. Perdí mi casa, tuve que dividir a mis cinco hijos para que vivan con personas diferentes. Decidí rehabilitarme por la actitud de mi hija, que me dijo que se avegonzaba de mí. Ella es mi motivación, y en Dios he encontrado fortaleza”. |
Más de la mitad de las mujeres que guardan prisión en las cárceles del país están condenadas por violación a la Ley 50-88 (sobre Drogas y Sustancias Controladas).
Sin embargo, los números de apresados por narcotráfico que registró la Dirección Nacional de Control de Drogas el año pasado muestran que los hombres involucrados en esa actividad distan significativamente de las mujeres: 25,142 masculinos, frente a 806 féminas.
Las apresadas por drogas son en su mayoría jóvenes de 18 a 35 años. En los centros de rehabilitación, las adictas son menos que los hombres. Ellas son más inestables que ellos en el tratamiento, porque se apresuran a reintegrarse a sus actividades cotidianas.
Datos de Hogar Crea revelan que la mayoria de las que buscan ayuda son mujeres con edades entre 36 y 50 años.
“La vida no te alcanza a ti para arrepentirte de ese error”. Las lágrimas mojan los ojos de Andrea Lantigua, de 52 años, cuando hace esta afirmación. Cumple más de la mitad de una condena de siete años de prisión en la cárcel de Najayo por violar la Ley 50-88 (sobre drogas).
Andrea, dominicana nacionalizada holandesa, es una de las 300 mujeres presas por tráfico de drogas en el país (52% del total de reclusas: 582). Como la mayoría de ellas, sirvió de “mula”. Cuenta que necesitaba dinero y una amiga le dijo que conocía quién le pagaría siete mil euros por trasladar de Santo Domingo a Holanda un kilo de cocaína en su estómago. “Nunca en mi vida había visto droga.
Todavía no la conozco. Lo hice por desesperación. Uno siempre sueña con algo más, tenía la ansiedad de regresar a residir a Santo Domingo, pero no tenía dinero”.
Es un error que, con suerte, a algunas sólo les cuesta su libertad. Otras, sufren la desintegración de su familia, pierden sus casas y sus trabajos y los ahorros propios y ajenos de toda la vida en servicios de abogados. Del total de hombres encarcelados, el 34% (7,124) está condenado por violar la Ley 50-88.
A María Isabel Fuentes, española criada en Francia, de 52 años, su mala decisión le arrebató por un tiempo la comunicación con sus cuatro hijas.
Una de ellas, narra, no salía a la calle porque temía ser agredida. “Fue una desesperación. Tenía deudas que pagar. Una amiga me contó que le había dado resultado, y yo quería intentarlo. Dije que iba a España y realmente venía por nueve días a Santo Domingo a buscar la droga para llevarla a Francia”, recuerda.
Lily Gerard, francesa de 19 años, expone que su familia gastó casi dos millones de pesos en abogados. Los cambiaba con frecuencia porque algunos abandonaban su caso luego que cobraban el dinero. “Yo tenía una familia que me quería mucho. No sé por qué lo hice.
Ahora lo dañé todo. Quiero volver a la escuela a estudiar enfermería y olvidar todo esto”. Para cumplir ese sueño le falta menos de dos años de la condena de cinco que le dictó el juez.
En Najayo, de las 148 presas por drogas, 38 son extranjeras, la mayoría holandesas. Le siguen las españolas, luego norteamericanas, panameñas, peruanas, mexicanas, puertorriqueñas, jamaiquinas y haitianas.
Estas mujeres tienen en común que quienes les ofrecieron entrar en el “negocio” eran amigos muy allegados, que no volvieron a ver nunca más luego de que fueron apresadas. Ninguna denunció a la persona que le suministró la cocaína o heroína.
Otra cara. Su delito no es transportarla ni venderla, sino consumirla. Las mujeres que consumen drogas cumplen también condena en la cárcel de la adicción. Muy pocas adictas buscan ayuda para rehabilitarse, tomando como parámetro las estadísticas de Hogar Crea Dominicano (HCD).
Registros de esa institución, que trabaja con adictos, reflejan que del total de ingresos del año pasado, sólo el 6.3% (164) fueron mujeres, mientras que el 93.7% fueron hombres (2,454).
“Cada año, lejos de disminuir la cifra, se va incrementando. Poco, pero siempre se observa en aumento. La disponibilidad de drogas no ha disminuido”, expone Julio Díaz, director de tratamiento de HCD.
A Eridania Martínez, de 22 años, su adicción la indujo a robar dinero para comprar crack, la más usada de las drogas, según datos de HCD que reflejan que el 56% de los adictos consumen ese narcótico.
Le siguen la cocaína (31%), marihuana (4.6%) y la heroína (3.2%), que en los últimos años ha cobrado más fuerza. Díaz explica que la cifra femenina es menor por el estigma, ya que asegura que muchas veces no acuden a tratamiento por temor al rechazo social. De los 44 centros que tiene Hogar Crea, tres están reservados para las mujeres (Distrito Nacional, Santo Domingo Este y Santiago).
El consumo pasa más inadvertido
Solo una vez
Las “mulas” apresadas no son reincidentes
La directora del Centro de Corrección y Rehabilitación Femenino Najayo-San Cristóbal, Patricia Lagombra, explica que las condenadas por drogas no son reincidentes, ni son de reingreso. Explica que el 10% es consumidora de drogas y el 2% es adicta.
Esas reclusas, apunta, entran en un programa especial ejecutado por el Departamento de Psicología, que les ofrece terapias de grupo e individuales para que superen su adicción. “Han caído en esto por una circunstancia, por la desesperación por obtener lo que todo el mundo quiere: una casa, un carro, pagar la educación de los hijos… La mayoría son muchachas jóvenes, de 18 a 35 años”. Lagombra aboga porque la sociedad acoja a estas mujeres cuando salgan de la cárcel, que les dé oportunidad de demostrar que han cambiado. “De aquí salen renovadas. Las formamos en valores y aprenden oficios técnicos”.
Incremento
Más mujeres consumen drogas
El psicólogo Feliciano Rosario, coordinador del Programa de Rehabilitación de Casa Abierta, expuso que el consumo de drogas es mucho menos proporcional en la mujer que en el hombre, pero que cada vez son más las mujeres que consumen drogas y alcohol. Sin embargo, es ínfima la cantidad que busca ayuda. “Cuando lo hacen es porque realmente la situación se le ha escapado de las manos. Su consumo pasa más desapercibido.
Regularmente llaman la atención cuando llega una etapa que les causa problema”. Dice que la persona cae en drogas por múltiples factores, pero regularmente se trata de personas que provienen de un hogar autoritario y castigador, o que haya sido muy permisivo, donde las reglas de disciplina no están claras. Entre los factores señala la baja autoestima, pobre tolerancia a la frustración y poca capacidad de comunicación.
Dinero
Una actividad que mueve millones
Condenadas por intentar sacar drogas del país aseguran que no recibieron dinero antes de la operación. Dijeron que confiaban en las persona que las contactó y nunca pensaron que podrían ser objeto de estafa. A Lily Gerard le ofrecieron 25,000 euros por pasar cinco kilos de cocaína desde Puerto Plata a Francia. A algunas las engañan, les dicen que llevarán una cantidad y sucede que al final lo que llevan es más.
A María Isabel le ofrecieron 10,000 euros por trasladar ocho kilos de cocaína, cuando la descubrieron en el aeropuerto, en la maleta llevaba 16 kilos. Mientras que la oferta que aceptó Madeline Boom era de 10, 000 dólares por llevar a Estados Unidos un kilo de h eroína.
Tratan de pasarlas en diferentes formas: dentro del estómago, pegadas al cuerpo con cinta adhesiva (debajo de la ropa) o dentro de una maleta, escondida entre calzados y vestimentas.
Las causas
Andrea Lantigua
Reclusa
“Cuando estás haciendo eso no piensas en el peligro. Yo pensaba en el dinero que iba a ganar y en las deudas que iba a paga con ese dinero. La persona que te contacta nunca te habla de los riesgos, sólo te alardea de los beneficios que obtendrás. A mí me dijeron que yo podía hacer un gran negocio, entonces, no dudé en aceptarlo”.
Madeline Boom
Reclusa
“Yo lo hice por ambición. No culpo a nadie. Yo tenía un buen trabajo, era manager (gerente) en un restaurante en Estados Unidos y también estaba estudiando. Escuchaba a algunos clientes hablar del negocio de las drogas. Yo insistí en que quería probar suerte, me ofrecieron 10 mil dólares por llevar un kilo de heroína”.
Sheila Bergwin
Reclusa
“No sé qué pasó. Yo no sé. Creo que fue por emoción. Yo vivía bien, trabajaba en una tienda y estudiaba ingeniería. Veía a mis amigas con mucho dinero, entonces les pregunté que como lo consiguieron y dije: yo también quiero. En el aeropuerto, ellas pasaron sin problemas, la que no pudo pasar fui yo. Me detuvieron de una vez”.
María I. Fuentes
Reclusa
“Nunca lo negué. Cuando la Policía me interrogó, yo dije que sí, que la maleta con la droga era mía. La persona que me entregó la maleta me había dicho que llevaría ocho kilos de cocaína, pero, por el peso de la maleta, sabía que había más de eso. Después me enteré que los que me contrataron también están presos”.
Los inicios
Lily Gerard
Reclusa
“A mí me agarraron de una vez. Yo tenía la droga amarrada en los muslos y llevaba puesta una falda corta. Cuando iba pasando por el detector, sonó. Inmediatamente la mujer policía me puso la mano en el cuerpo, sintió los paquetes que tenía en mis piernas. En ese preciso momento, yo sentí que el mundo se me caía encima”.
Eridania Martínez
En recuperación
“Nadie quiere estar aquí, pero estás porque sabes que es importante. Cuando caes en adicción, pierdes la confianza de tu familia. Nadie te cree. Yo descuidé mucho a mi hijo, que ahora tiene cuatro años, porque duraba hasta un año que no llamaba para saber de él. Ahora estoy demostrando con hechos que quiero cambiar”.
Stephanie Caba
En sanación
“Empecé a consumir marihuana por influencia de mis amigos, cuando tenía 14 años, por estar en el coro. Yo nunca pagué por la droga, siempre me la regalaban los muchachos del barrio. Yo tenía carencia afectiva, me sentía sin apoyo. Dejé la escuela, no estaba haciendo nada. Mi madre me trajo a Hogar Crea para ayudarme”.
Clara María Pozo
En recuperación
“Consumía crack y cocaína. Hasta llegué a robar para poder comprarla, me ponía agresiva. Perdí mi casa, tuve que dividir a mis cinco hijos para que vivan con personas diferentes. Decidí rehabilitarme por la actitud de mi hija, que me dijo que se avegonzaba de mí. Ella es mi motivación, y en Dios he encontrado fortaleza”. |
Más de la mitad de las mujeres que guardan prisión en las cárceles del país están condenadas por violación a la Ley 50-88 (sobre Drogas y Sustancias Controladas). Sin embargo, los números de apresados por narcotráfico que registró la Dirección Nacional de Control de Drogas el año pasado muestran que los hombres involucrados en esa actividad distan significativamente de las mujeres: 25,142 masculinos, frente a 806 féminas.
Las apresadas por drogas son en su mayoría jóvenes de 18 a 35 años. En los centros de rehabilitación, las adictas son menos que los hombres. Ellas son más inestables que ellos en el tratamiento, porque se apresuran a reintegrarse a sus actividades cotidianas.
Datos de Hogar Crea revelan que la mayoria de las que buscan ayuda son mujeres con edades entre 36 y 50 años. “La vida no te alcanza a ti para arrepentirte de ese error”. Las lágrimas mojan los ojos de Andrea Lantigua, de 52 años, cuando hace esta afirmación. Cumple más de la mitad de una condena de siete años de prisión en la cárcel de Najayo por violar la Ley 50-88 (sobre drogas).
Andrea, dominicana nacionalizada holandesa, es una de las 300 mujeres presas por tráfico de drogas en el país (52% del total de reclusas: 582). Como la mayoría de ellas, sirvió de “mula”. Cuenta que necesitaba dinero y una amiga le dijo que conocía quién le pagaría siete mil euros por trasladar de Santo Domingo a Holanda un kilo de cocaína en su estómago. “Nunca en mi vida había visto droga.
Todavía no la conozco. Lo hice por desesperación. Uno siempre sueña con algo más, tenía la ansiedad de regresar a residir a Santo Domingo, pero no tenía dinero”.
Es un error que, con suerte, a algunas sólo les cuesta su libertad. Otras, sufren la desintegración de su familia, pierden sus casas y sus trabajos y los ahorros propios y ajenos de toda la vida en servicios de abogados. Del total de hombres encarcelados, el 34% (7,124) está condenado por violar la Ley 50-88.
A María Isabel Fuentes, española criada en Francia, de 52 años, su mala decisión le arrebató por un tiempo la comunicación con sus cuatro hijas.
Una de ellas, narra, no salía a la calle porque temía ser agredida. “Fue una desesperación. Tenía deudas que pagar. Una amiga me contó que le había dado resultado, y yo quería intentarlo. Dije que iba a España y realmente venía por nueve días a Santo Domingo a buscar la droga para llevarla a Francia”, recuerda.
Lily Gerard, francesa de 19 años, expone que su familia gastó casi dos millones de pesos en abogados. Los cambiaba con frecuencia porque algunos abandonaban su caso luego que cobraban el dinero. “Yo tenía una familia que me quería mucho. No sé por qué lo hice.
Ahora lo dañé todo. Quiero volver a la escuela a estudiar enfermería y olvidar todo esto”. Para cumplir ese sueño le falta menos de dos años de la condena de cinco que le dictó el juez.
En Najayo, de las 148 presas por drogas, 38 son extranjeras, la mayoría holandesas. Le siguen las españolas, luego norteamericanas, panameñas, peruanas, mexicanas, puertorriqueñas, jamaiquinas y haitianas.
Estas mujeres tienen en común que quienes les ofrecieron entrar en el “negocio” eran amigos muy allegados, que no volvieron a ver nunca más luego de que fueron apresadas. Ninguna denunció a la persona que le suministró la cocaína o heroína.
Otra cara. Su delito no es transportarla ni venderla, sino consumirla. Las mujeres que consumen drogas cumplen también condena en la cárcel de la adicción. Muy pocas adictas buscan ayuda para rehabilitarse, tomando como parámetro las estadísticas de Hogar Crea Dominicano (HCD).
Registros de esa institución, que trabaja con adictos, reflejan que del total de ingresos del año pasado, sólo el 6.3% (164) fueron mujeres, mientras que el 93.7% fueron hombres (2,454).
“Cada año, lejos de disminuir la cifra, se va incrementando. Poco, pero siempre se observa en aumento. La disponibilidad de drogas no ha disminuido”, expone Julio Díaz, director de tratamiento de HCD.
A Eridania Martínez, de 22 años, su adicción la indujo a robar dinero para comprar crack, la más usada de las drogas, según datos de HCD que reflejan que el 56% de los adictos consumen ese narcótico.
Le siguen la cocaína (31%), marihuana (4.6%) y la heroína (3.2%), que en los últimos años ha cobrado más fuerza. Díaz explica que la cifra femenina es menor por el estigma, ya que asegura que muchas veces no acuden a tratamiento por temor al rechazo social. De los 44 centros que tiene Hogar Crea, tres están reservados para las mujeres (Distrito Nacional, Santo Domingo Este y Santiago). El consumo pasa más inadvertido Solo una vez
Las “mulas” apresadas no son reincidentes
La directora del Centro de Corrección y Rehabilitación Femenino Najayo-San Cristóbal, Patricia Lagombra, explica que las condenadas por drogas no son reincidentes, ni son de reingreso. Explica que el 10% es consumidora de drogas y el 2% es adicta.
Esas reclusas, apunta, entran en un programa especial ejecutado por el Departamento de Psicología, que les ofrece terapias de grupo e individuales para que superen su adicción. “Han caído en esto por una circunstancia, por la desesperación por obtener lo que todo el mundo quiere: una casa, un carro, pagar la educación de los hijos… La mayoría son muchachas jóvenes, de 18 a 35 años”. Lagombra aboga porque la sociedad acoja a estas mujeres cuando salgan de la cárcel, que les dé oportunidad de demostrar que han cambiado. “De aquí salen renovadas. Las formamos en valores y aprenden oficios técnicos”. Incremento
Más mujeres consumen drogas
El psicólogo Feliciano Rosario, coordinador del Programa de Rehabilitación de Casa Abierta, expuso que el consumo de drogas es mucho menos proporcional en la mujer que en el hombre, pero que cada vez son más las mujeres que consumen drogas y alcohol. Sin embargo, es ínfima la cantidad que busca ayuda. “Cuando lo hacen es porque realmente la situación se le ha escapado de las manos. Su consumo pasa más desapercibido.
Regularmente llaman la atención cuando llega una etapa que les causa problema”. Dice que la persona cae en drogas por múltiples factores, pero regularmente se trata de personas que provienen de un hogar autoritario y castigador, o que haya sido muy permisivo, donde las reglas de disciplina no están claras. Entre los factores señala la baja autoestima, pobre tolerancia a la frustración y poca capacidad de comunicación. Dinero
Una actividad que mueve millones
Condenadas por intentar sacar drogas del país aseguran que no recibieron dinero antes de la operación. Dijeron que confiaban en las persona que las contactó y nunca pensaron que podrían ser objeto de estafa. A Lily Gerard le ofrecieron 25,000 euros por pasar cinco kilos de cocaína desde Puerto Plata a Francia. A algunas las engañan, les dicen que llevarán una cantidad y sucede que al final lo que llevan es más.
A María Isabel le ofrecieron 10,000 euros por trasladar ocho kilos de cocaína, cuando la descubrieron en el aeropuerto, en la maleta llevaba 16 kilos. Mientras que la oferta que aceptó Madeline Boom era de 10, 000 dólares por llevar a Estados Unidos un kilo de h eroína.
Tratan de pasarlas en diferentes formas: dentro del estómago, pegadas al cuerpo con cinta adhesiva (debajo de la ropa) o dentro de una maleta, escondida entre calzados y vestimentas. Las causas Andrea Lantigua
Reclusa
“Cuando estás haciendo eso no piensas en el peligro. Yo pensaba en el dinero que iba a ganar y en las deudas que iba a paga con ese dinero. La persona que te contacta nunca te habla de los riesgos, sólo te alardea de los beneficios que obtendrás. A mí me dijeron que yo podía hacer un gran negocio, entonces, no dudé en aceptarlo”. Madeline Boom
Reclusa
“Yo lo hice por ambición. No culpo a nadie. Yo tenía un buen trabajo, era manager (gerente) en un restaurante en Estados Unidos y también estaba estudiando. Escuchaba a algunos clientes hablar del negocio de las drogas. Yo insistí en que quería probar suerte, me ofrecieron 10 mil dólares por llevar un kilo de heroína”. Sheila Bergwin
Reclusa
“No sé qué pasó. Yo no sé. Creo que fue por emoción. Yo vivía bien, trabajaba en una tienda y estudiaba ingeniería. Veía a mis amigas con mucho dinero, entonces les pregunté que como lo consiguieron y dije: yo también quiero. En el aeropuerto, ellas pasaron sin problemas, la que no pudo pasar fui yo. Me detuvieron de una vez”. María I. Fuentes
Reclusa
“Nunca lo negué. Cuando la Policía me interrogó, yo dije que sí, que la maleta con la droga era mía. La persona que me entregó la maleta me había dicho que llevaría ocho kilos de cocaína, pero, por el peso de la maleta, sabía que había más de eso. Después me enteré que los que me contrataron también están presos”. Los inicios Lily Gerard
Reclusa
“A mí me agarraron de una vez. Yo tenía la droga amarrada en los muslos y llevaba puesta una falda corta. Cuando iba pasando por el detector, sonó. Inmediatamente la mujer policía me puso la mano en el cuerpo, sintió los paquetes que tenía en mis piernas. En ese preciso momento, yo sentí que el mundo se me caía encima”. Eridania Martínez
En recuperación
“Nadie quiere estar aquí, pero estás porque sabes que es importante. Cuando caes en adicción, pierdes la confianza de tu familia. Nadie te cree. Yo descuidé mucho a mi hijo, que ahora tiene cuatro años, porque duraba hasta un año que no llamaba para saber de él. Ahora estoy demostrando con hechos que quiero cambiar”. Stephanie Caba
En sanación
“Empecé a consumir marihuana por influencia de mis amigos, cuando tenía 14 años, por estar en el coro. Yo nunca pagué por la droga, siempre me la regalaban los muchachos del barrio. Yo tenía carencia afectiva, me sentía sin apoyo. Dejé la escuela, no estaba haciendo nada. Mi madre me trajo a Hogar Crea para ayudarme”. Clara María Pozo
En recuperación
“Consumía crack y cocaína. Hasta llegué a robar para poder comprarla, me ponía agresiva. Perdí mi casa, tuve que dividir a mis cinco hijos para que vivan con personas diferentes. Decidí rehabilitarme por la actitud de mi hija, que me dijo que se avegonzaba de mí. Ella es mi motivación, y en Dios he encontrado fortaleza”. |
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