Cuando las marchantas y pregoneros despertaban a Hato Mayor

MANUEL A. VEGA

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HATO MAYOR.- Esta ciudad, fundada hacia 1520, según arrastra la tradición histórica, fue en el pasado reciente, anfitriona de personajes  tan pintoresco que con sus cantos mañaneros iban despertando a los habitantes en los barrios, para que compraran el pan, la lechosa, el racimo de guineo, los zapotes, así como aceite de hicotea, alcatraz y hasta de aviones y culebras, para curar males.

Muchas veces, marchantas y pregoneros despertaban a los parroquianos muchos antes que la sirena del Benemérito Cuerpo de Bomberos Civiles, que no ha dejado de sonar en los horarios de 6:00 de la mañana, 12:00 del mediodía y las 6:00 de la tarde.

LUZ SANTANA, DULCERA HATO MAYOR

Muchos niños eran tirado de las camas por sus padres, cuando escuchaban a Gume Peguero, cantar sin descansar “vendo, vendo, vendo, aceite de higuereta con miel de abeja para sanar la gripe y el resfriado; vendo aceite de culebra para el ahogo”.

Estos “gritos sazonados” de Gume Peguero, se han ido apagando como ha sucedido con otros vendedores que se hicieron famosos en barrios de Hato Mayor por su forma peculiar de pregonar viandas y hojas para curar enfermedades.

Eran verdaderas décimas que con su entonación iban movilizando el cuerpo de quienes acostumbrábamos a madrugar, para comprar primero el pan o el racimos de guineo, que llegaban temprano con los pregoneros de Las Tunas, Las Palmillas, Santana, El Machado, Guayabo Dulce y Mata Palacio.

Eran una verdadera costumbre que se fue arraigando en la ciudad de Hato Mayor, hoy temerosa por los asaltos y atracos que se suceden en horas de la madrugada en calles y carreteras.

Guardo en mi memoria los fragmentos de esta décima que transcribo a continuación

“Si usted ve al blanco y al prieto en alegre compañía, algo le debe el blanco al prieto o es del prieto la comía.”

Cosas como esta era frecuente escucharla en las esquinas de colmado, donde se agolpaban a comprar después de una larga jornada de cantos y ventas, los pregoneros.

Recuerdo con profusa nostalgia la décima de “Los Mangos Bajito”, cuyo autor es Juan Antonio Alix y que era reproducida por pregoneros y decimeros de Hato Mayor, incluyendo a mi padre, Ireno Vega (Don Neno) y me tío Manuel Antonio Vega (Tupito).

Lean esta pieza:

Dice don Martin Garata,
Persona de alto rango,
Que le gusta mucho el mango
Porque es una fruta grata.
Pero treparse en la mata
Y verse en los cogollitos,
Y en aprietos infinitos...
Como eso es tan peligroso,
El encuentra más sabroso
Coger los mangos bajitos.

Don Martín dice también
Que le gusta la castaña,
Pero cuando mano extraña
La saca de la sartén,
Y que se la pelen bien
Con todos los requisitos;
Pero arderse los deditos
Metiéndolos en la flama.
Eso sí que no se llama
Coger Los mangos bajitos.

Por eso la suerte ingrata
De la Patria no mejora
Porque muchos son ahora
Como don Martín Garata,
Que quieren meterse en plata
Ganando cuartos mansitos
Con monopolios bonitos,
Con chivos o contrabando,
O así, de cuenta de mando,
Coger los mangos bajitos.

En mi infancia, esa décima era un himno, ya que hasta en las escuelas se hacían porfías con esta pieza literaria.

Pienso que la modernidad y la delincuencia ha sido causa principal de la desaparición de esta costumbre, que tantas añoranzas nos dejaron.

Vendiendo carbón solo vemos en Hato Mayor al hermano Ton Trinidad, el cual ha sido víctima de atracos cuando va de regreso a su natal comunidad de Las Tunas.

La estufa cambió para bien, la cultura de quemar carbón.

Nos quedan pocas cosas en las calles que puedan rememorar el pasado; solo nos quedan los quejidos del crecimiento vertiginoso que lleva la delincuencia y narcotrafico en calles de nuestros barrios, otroras apasibles y amorosos.