JORDI VERAS |
JORDI VERAS
Hace como diez años o más escrituré un artículo con el título “El Dinero Sucio”, en él planteaba sobre una película que protagonizó el actor Keanu Reeves, en el cual encarnaba el personaje de un abogado, que por su ambición y la de su esposa, protagonizada por la actriz Chalize Theron, prácticamente vendía su alma al mismo demonio, éste último caracterizado por ese famoso actor y ganador de Oscar, Al Pacino. Al fin y al cabo, es verdad que al final termina como si todo lo ocurrido hubiese sido un sueño o que al mismo protagonista le hubiesen pasado el mismo film de su vida ante sus ojos.
No soy quien para disponer o indicar el ejercicio profesional de cada persona. Sin embargo, si me interesa enviar un mensaje a esos jóvenes profesionales o que están en vías de ello, sea de la carrera de estudio que sea, para que al menos no se desesperen por el aspecto económico ni por el hecho mismo de un puesto de trabajo, que esa “hambre”, no lo lleve a realizar trabajos que mañana tengan que arrepentirse o que marquen su proceder o formación en cuanto a los aspectos morales y éticos. Necesitamos como país, abogados, médicos, ingenieros, arquitectos, enfermeros, plomeros, electromecánicos, entre otros; no sólo con calidad y capacidad, sino con responsabilidad, disciplina, que respeten su trabajo y que conlleven un trabajo serio y honesto.
En aquella oportunidad en el artículo indicado, expresamos lo siguiente: “Voy a morir convencido, de que en la vida no todo el dinero se puede ganar y de que hay dinero que envenena y carcome como cáncer todo lo que toca, por ejemplo, imagínese usted como abogado defendiendo un banquero charlatán sabiendo usted que ha robado el dinero de miles de infelices, o un politiquero cualquiera corrupto hasta el tuétano, es posible que me responda alguien, que el brindar asistencia en esos casos no le quita un ápice de moralidad al abogado, ni tampoco lo compromete”.
“Por el contrario de lo anteriormente señalado, creo que todo dependería de como visualiza usted como profesional su vida y la de su familia, si su interés es amasar fortuna y vivir bien sin importar lo que tenga que hacer, usted será capaz de brindarle sus servicios al mismo diablo vestido de banquero ladrón, político rastrero, legislador charlatán, y todo cuanto pueda convertirse ante sus ojos en dinero”. “Pero si tiene una visión diferente, donde usted desea que su hijo lo respete y sea respetado por todos, entonces tome en cuenta que no todo el dinero es sano”. Finalizo la cita.
Siempre le he comentado a mi compañero en los medios de comunicación, Randy Ortiz, que critico el profesional del derecho, que ejerce opinión o tiene una función social en la sociedad, ya sea porque contribuye en contra de algún mal o fenómeno social o participa de alguna manera en los sectores del orden social y su opinión y proceder se considera una guía a seguir. Que una cosa exprese por su discurso o escrito o por los medios o por las instituciones a que pertenece y por el otro lado, se quita el traje de honestidad y se coloca el de tíguere para ganarse unos cuartos defendiendo lo que combate.
Asimismo, existen abogados y abogadas que se convierten, no en defensores de sus patrocinados, sino en cómplices de sus fechorías y crímenes, con tal de que le llenen los bolsillos de dinero. Luego se quejan de que eso ganado, no lo envenene a él o a uno de sus miembros de familia. O piensan que ese mal que defienden o del cual se hacen cómplice, nunca le tocara a él o un hijo e hija. Hay quienes piensan que pueden quitarse todo ese veneno que consumen a diario, con tal sólo quitarse la ropa o darse un baño, no saben que siempre andarán y sus seres más queridos, con la capa del demonio detrás.
Existen abogados y abogadas, que hace tiempo, han preferido venderle su alma, su toga y birrete al mismo demonio. O lo que es peor, llegan a tocar tanto el fango, el lodazal y la cloaca, que aunque digan rezar los domingos, que se convierten, no en abogados del diablo, sino en diablos como abogados y como personas. Esos no son los mejores ejemplos para los nóveles abogados y abogadas, aunque vean el dinero rápido llegar a sus manos y les digan o vendan su bonanza. Ya de profesionales que “resuelven” o que se meten a ejercer sin escrúpulos, no imprimen respeto, sino temor a no caer e sus manos. Nunca podrás saber cuándo son tus amigos, amigas o se colocaron el traje o la ropa de rojo. Y esto no sólo va dirigido a los togados y togadas. Piénsenlo
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