LA ENVIDIA: Negadora del Progreso

MANUEL A. VEGA

MANUEL A. VEGA

atacando10@hotmail.com

Desde pequeño, mis padres me enseñaron a ser disciplinado, obediente, honrado y a cultivar el trabajo como forma de desarrollarse en la vida.

Estas reglas de la vida ordenada, a veces don Neno Vega y doña Gladys de la Rosa (Fallecidos), me la imponían a fuerza de golpes.

A menudo, Doña Gladys, como muchas personas llamaba a mi madre, me recordaba a mí y a mis hermanos, los principios cristianos y con insistencia nos hablaba de la lealtad y la honradez que debíamos exhibir siempre ante la sociedad.

Era mi madre una verdadera educadora natural; era además una consejera.

Educó tanto, que enseñó a mi padre a escribir y leer, habiendo alcanzado ella el 4to de primaria en la escuela pública de Cambita, San Cristóbal.

En mi niñez la educación del hogar era regia, desoír un mandato era exponerse al castigo del “Hormiguero” o a la del “Guayo y la Piedra”.

El castigo del Hormiguero consistía en poner de rodillas al que quebrantara las normas y reglas del hogar sobre un hormiguero, que siempre abundaban en el patio de mi casa, en la comunidad de Santana, sección El Manchado, Hato Mayor del Rey.

En el hormiguero nadie podía gritar, había que soportar las picadas hasta que se condoliera el jefe del castigo, que podía ser además de los padres, un hermano o hermana.

Terminado el castigo se embarraba de ceniza al muchacho, para adormecer el ardor que dejaban las ponzoñas del insecto.

“El Guayo y la Piedra”, consistía en hincar al infractor de los principios o normas establecidos en el hogar, sobre un  guayo de rascar maíz o copra de coco y colocar una piedra sobre la cabeza. Dejar caer la piedra implicaba someterse a otro castigo, una pela con una rama o una correa, estando sobre el guayo.

Nadie en mi casa quería ir al castigo del Guayo y la Piedra, aunque admito que quebranté varias veces los principios y normas establecidos por nuestros padres.

Parecen castigos crueles e inhumanos.

No. Solo eran medidas momentáneas de escarmientos, para cultivar los buenos modales y corrección, que buscaban la rectitud del niño.

Cruel e inhumano califico yo como me quieren ver mis enemigos.

Quieren verme de  nuevo pregonar la venta de canquiñas, helados, melcochas, coconetes, maní y que vuelva a limpiar zapatos por las calles de Hato Mayor.

Estos los haría de nuevo si me lo impone el destino y si mi madre, Gladys de la Rosa estuviera viva, porque ella le ponía un melao especial a estas mercancías, que daba poco, pero que me ayudaba en la compra de mis ropas, zapatos, cuadernos y libros escolares.

Mis enemigos, los reyes de la envidia y negadores del progreso, quieren verme peor de ahí.

Quieren que muera, desaparezca de la faz de la tierra, sólo porque entienden que la sonoridad del ejercicio periodístico está centrada en mi trabajo.

Aspiran a que mis proles: Alexis, Vladimir, Paola y Manuela mueran. Aspiran a que mi matrimonio de 22 años con Maribel Rodríguez se derrumbe.

Quieren me gane enemigos.

Envidian mi progreso, ganado en la dedicación del trabajo serio y honesto en el ejercicio del periodismo.

Detractan mi figura de comunicador, difaman y calumnian.

Mis enemigos son fabuladores y simuladores.

Desean enterrarme como periodista.

Actúan con pravedad, con exceso de maldad.

Son “Cría Cuervo y te sacarán los ojos”.

Quieren que me meta a político, para luego decirme ladrón.

Para mí la política es una práctica horrorosa, una ciencia que divide la bondad del hombre y ensucia su imagen.

Eso no  lo lograrán; además soy apático al chisme.

En www.atacando.net no se cultiva el chisme, porque amamos la verdad sin tapujo.

Mis enemigos me asechan e investigan lo más mínimo pasos que doy, aunque no saben que con esa actitud me hacen cuidarme y valorarme más.

Ellos, mis enemigos son hasta brutos.

Son sombras  maledicentes. Me espían, mandan a indagar con quien hablo y que hablo.

Tienen cosas que me favorecen, porque se delatan en las esquinas, en las tertulias, en las oficinas que visitan, donde van a comprar, cuando abordan un vehículo, en sus casas, porque es que solo hablan y piensan en mí.

Sin proponérmelo, mi trabajo periodístico y mi desarrollo profesional, los tienes locos.

Me parten las piernas y me ven chocar con los ojos, cuando me ven caminar o abordar mi yipeta.

No quieren tenga un techo propio.

LA TRACIÓN

Es un golpe mortal planificado; es la conducta propia de la persona que engaña o causa daño intencionalmente, a quien ha confiado en ella.

La traición presenta trampas y mentiras, tras los planes y objetivos acordados.

Mis enemigos de hoy, fueron mis grandes aliados en el pasado reciente, pero lo comprendo, ellos se han quedado en el pastizal, donde sólo hay malezas y los animales pastan.

Mis viejos aliados, frente a mí, actúan con normalidad, enlazan todo lo que interesa y luego asestan el golpe mortal, de manera tal que sólo me asalta la sorpresa.

Han extrañado la escala de valores y solo hacen daño, a quien como yo, sólo hago aportar al desarrollo y la emancipación del ejercicio pulcro del periodismo, sólo hago ayudar al desarrollo de Hato Mayor, una provincia plagada de problemas sin resolver.

La traición aniquila, destruye, se necesita de una gran fuerza de voluntad y de una profunda fe para no caer en lo peor.

El traidor es esencialmente cobarde. Su valor es solitario, pero es fuerte para quienes no están preparado.

Aspiro, finalmente, a perdonar a quienes no han entendido que el progreso y el éxito siempre serán unipersonales, que sólo beneficiará a la colectividad cuando los esfuerzos individuales logren unirse, para alcanzar metas y objetivos comunes.

Felicito a mis enemigos, porque con ellos he convivido desde que el raciocinio ocupó mi cerebro y mis neuronas comenzaron a ver e interpretar las cosas no como son, sino como debe ser.