Manuel Antonio Vega |
Manuel Antonio Vega
De un tiempo a esta parte, he estado
escuchando en Hato Mayor, muy particularmente en el palacio de justicia, “Bienvenido-Machito-Canto”,
la expresión “Lo chancearon”, que es lo mismo que lo perdonaron, le dieron una
oportunidad a un delincuente o a alguien que por primera vez o varias
ocasiones haya cometido un delito o quebrantado las leyes establecidas para
normar la sociedad.
Este salto jurídico raya en lo
absurdo y se presta a malas interpretaciones y elucubraciones que más temprano
que tarde pueden empañar las acciones judiciales, en un pueblo donde hasta el
momento, es “santo” en corrupción con relación a otras ciudades donde la
justicia es un mercado donde se venden y compran decisiones judiciales a todos
los niveles.
Reglar la justicia no es una tarea
exclusiva de quienes laboran como jueces, ministerios públicos, secretarias,
sino también de la sociedad en su conjunto, que expectante ve como a menudo
regresan a las calles delincuentes, violadores sexuales, vendedores de drogas,
abusadores de mujeres, atracadores y ladrones.
Por eso hemos asumido el sagrado
compromiso de ser vigilante del comportamiento que deben exhibir jueces y
fiscales en nuestra demarcación como profesional, para que algo quede
registrado del buen o mal comportamiento que en el presente y los días por
venir convinieran o debieran exhibir quienes están al frente de la
administración de justicia.
Entiendo, como muchos otros
ciudadanos, que la justicia no está para “chancear” a delincuentes ni a nadie
que haya roto, quebrado o rajado las leyes, que muy bien elaboró el legislador
para vivir y tener una buena convivencia
humana.
El chance no puede relajar la
aplicación de justicia en Hato Mayor, un pueblo que poco a poco se ha ido
llenando de delincuentes, extorsionadores y narcotraficantes.
La moda del chance judicial hay que extirparla
de raíz, pero ahora, de una vez por siempre, para evitar el descrédito judicial
y caer en la historia, en las páginas de periódicos y las redes sociales como
un pueblo de cómicos y personas irresponsables.
Hay que acabar del todo con algo
malo que está muy arraigado, pero que en los últimos tiempos ha aflorado con
mayor fuerza, para dañar, empañar el buen desempeño que hasta el momento han
exhibido quienes tiene la responsabilidad de administrar justicia en Hato
Mayor, una sociedad sui géneris y hetereogenea en el comportamiento y las acciones
públicas.
La uniformidad judicial tiene que
seguir primando para bien de la sociedad de Hato Mayor, para bien del propio
tren judicial.
El chance judicial es algo no
uniforme que presenta distintas caras, aspectos y formas que bien pueden afear
el orden o mandato establecido, para
caer en la burla, la zumba o el chasco jurídico.
La justicia debe ser como el
granito, constituido por moléculas duras y semitransparentes, pero consistente,
que no puede exfoliarse por el chance, un mal que va en crecimiento y que está
siendo seriamente cuestionado.
Pienso que el chance no puede
desgastar, deshojar la buena administración de justicia, ganada en base a
esfuerzos y observada por las críticas que buscan tener un estamento limpio y
exento de escándalo.
El chance tienes a muchas gente mala
haciendo cosas malas, burlándose de esa manera de la oportunidad gratuita que
se le ha dado para que puedan reordenar sus vidas, pero que trastocan y
desordenan amparado por el diabólico chance.
No al chance judicial, por ser cómplice de la tragedia, del delito y enemigo de la buena conducta que debe
exhibir un juez, fiscal o autoridad policial.
El chance es ominoso, despreciable,
funesto y hasta ruin, por lo tanto no puede estar en la conciencia preclara de jueces
y fiscales, llamados a mordear o enderezar la sociedad.
Es maldito, dañoso, nocivo y
contrapone la verdad con la realidad que hoy vive nuestra sociedad.
Hay que decirle no al chance
judicial por razones o presiones políticas, familiar, de vecino, de amigo, que sin
proponerselo o proponiendoselo están malogrando un estamento, que como la
justicia, está dejando de ser garante del orden establecido y consagrado en
nuestra Carta Magna y resoluciones y acuerdos internacionales, de los cuales la
República Dominicana es signataria.
El chance es el peor aliado de un
buen juez, fiscal o autoridad policial, pues el que quebrante la ley debe
sujetarse al castigo o perdón que impone, no al capricho o relaciones amistosas
del imputado con la autiridad legalmente constituida.
El chancero es una persona malidiscente
porque arruina su buen nombre al obviar y soslayar el cumplimiento de la ley para favorecer al
violador.
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