Con un parque de piedras, en el cauce del río, desde donde se puede apreciar la caída de agua, El Cedro es un destino perfecto para los amantes de aventuras y quienes tienen identificación con la naturaleza, para escuchar el trinar de aves exóticas.
Es una opción para turistas y un destino para vacacionar y estar cerca de las “pepitas de oro”, que abundan en sus aguas y terrenos contiguos.
En tiempo de lluvia, que en esta zona es normal entre los meses de junio y septiembre, el salto genera una explosión de agua que puede observarse a más de 50 metros, desde un potrero adyacente en el ala sur.
Sus corrientes son reservorio de camarones y peces, por ello se puede observar aves exóticas visitar el balneario para degustar la variedad de crustáceos y pececillos.
Descansar sobre las rocas del cauce, frente al salto y a la sombra de la espesa vegetación circundante, es sentirse en un oasis natural inesperado.
Su caída abrupta sobre un lecho de piedras hace más excitante y conmovedora su observación.
Aunque su charca no es grande, regalan sus aguas, charcos de agua apreciables en la correntia del río.
Las rocas que lo sostienen son consistentes y, cuando es tiempo de lluvia, las que siguen la charca parecen blancas azucenas al quedar cubiertas por el torrente de agua.
Lugareños aseguran que en el pasado reciente este salto era menos voluminoso, pero que al aumentar el cauce del río, se ha ido ahondando la charca.
La erosión incesante de los bordes del lecho rocoso desplaza el salto a contracorriente, creando un alucinante espectáculo natural.
Cuentan los lugareños que el cauce del río El Cedro, que da lugar al salto del mismo nombre, nunca ha disminuido su cauce, y que en cambio, cuando llueve se agiganta y las aguas, al golpear las rocas, emiten un gritos.
El agua es fría aunque la temperatura afuera esté sobre los 40 grados celsius. Desde las rocas se puede apreciar cómo humea el hilo de agua en sus 35 metros de caída.
Para llegar hasta la cascada es necesario deslizarse en medio de una inclinada jungla, casi impenetrable, que va llevando por un tobogán del sendero natural. Si no te aseguras de ramas y bejucos, puedes perder una rodilla o varias costillas.
Hay que tener pisadas de caballo, firmes, para no llegar de cabeza a las rocas que protegen el afluente, donde observar su cauce es extasiarse en una zona húmeda y boscosa, y es posible darse un rico baño.
El bosque que le rodea parece atrapar, cubrir con sus ramales al agua, dejando la sensación de que se aproxima la noche aunque sea de día.
Una vez frente a la pequeña charca o posa, si se mira a la derecha se pueden observar paredes de rocas volcánicas, como indicando que en la zona hay un yacimiento de ese recurso minero.
Es el salto más cercano al poblado de El Cedro, desde donde se organizan y realizan cabalgatas para visitarlo y combatir el calor en sus gélidas aguas.
Flora y fauna
Los silbidos de cotorra, cuervo, bobo, cigua palmera, chinchilin y otras aves en los bosques y potreros cercanos a la cascada casi ensordecen al visitante que, gracias a Dios, no tiene la cultura de matar aves, porque además son protegidas por los grupos ecologistas de la comunidad, que incluyen como ética en las expediciones “No matar aves ni reptiles”, que abundan en la zona.
En las aguas de El Cedro abundan especies como jaibas, camarones, guábinas, dajaos, anguila, chopo y camarones.
Mientras que en el bosque húmedo que lo antecede existen gigantes árboles de amapola, ceiba, mango, cabilma, javilla, anón, grayumo, bejuco indio, pringamosa, helecho y otras especies endémicas.
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