Las salves y baile atraen a turistas y
empresarios que invierten en la organización de esta actividad cultural que
nace con la llegada de los españoles a la Hispaniola
Manuel Antonio Vega
![](https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiIH_Eeez2KXxQFLFHa6uFelvq94U8mWWZw7xnKEsUNz80SZU0TqhXuPswLAibxPG8-Aj6ehBv3JvyZCETDkgpd3N0jyRxeIdFdzLlUXCbEpkuxbvQjB6JwkE_6QmYJaLTW53AIpKEopQ/s320/ATABALES+3.jpg)
A diferencia de otras regiones, el
Este celebra sonadas de atabales cada semana en una comunidad distinta.
Desde enero el baile de palos como
creación artística y cultural inició para no pararse en las
provincias, pueblos y campos de la región Este de República Dominicana, zonas
donde se celebran unas 120 fiestas de atabales, muchas dedicadas a un santoral de
la iglesia católica o un jefe de familia fallecido. ciudades como Higüey, Hato Mayor,
El Seibo, San Pedro de Macorís y La Romana, asi como en zonas rurales y barrios
desde enero hasta noviembre, las cocinas huelen a arroz con leche, carne y
víveres, por ser la temporada de mayor flujo de celebraciones de sonadas y
velaciones de atabales.
Los atabales o fiestas de
recordación o religiosidad popular, son costumbres heredadas de los españoles
y el negro esclavo de áfrica, que se establecieron en América Latina y el
Caribe, durante la Época de la Colonización hacia 1512 y que sirven como
espacio de encuentro y punto donde los pueblerinos y aldeanos convergen para
afianzar su identidad.
|
A pesar de que en otras regiones las
músicas estridentes de reguetones, rack y otras dominan a la juventud, en
ciudades como Hato Mayor, El Seibo, Higüey, San Pedro de Macorís y los
municipios y comunidades circunvecinas, las sonadas y cantos de atabales se
perennizan con el tiempo y cada vez son más asistidas y se desarrollan con
mayor esplendor, donde se observan un número significativo de jóvenes.
Hay fiestas de estas que se han
convertido tan famosas, que son tomadas por muchas personas para estrenar
zapatos, camisas, vestidos y poner a oler con finas fragancias en perfumes a
quienes asisten.
Las fiestas de atabales son en el Este
cada vez más interesantes, porque en muchas de ellas se hacen las porfías, que
consisten en que un cantador expone una problemática siempre de un drama
sentimental y otro responde con música y décimas.
Ellas, las sonadas de atabales son
atrayentes e involucran aspectos mágico-religiosos, que absorben el tiempo y
alegran el alma a quienes participan de las cantadas y al público que la
observa.
La región Este, y muy particularmente,
las provincias de Hato Mayor, San Pedro de Macorís, El Seibo, Higuey
y La Romana, con vocaciones agrícolas, concentran raíces étnico-culturales, lo
que permite que las sonadas de atabales o velaciones, como las llaman en
algunos campos de la zona, puedan tener una variedad y una riqueza
extraordinaria a nivel rítmico e instrumental, ignorado por compositores e
intelectuales dominicanos.
En Hato Mayor, por ejemplo, son
verdaderas concentraciones de masas, que en muchas ocasiones y épocas
electorales, aprovechan los políticos para promocionarse.
Los novenarios o sonadas de atabales
más famosos en la región Este se concentran en Hato Mayor, El Seibo e
Higüey, donde además se involucran autoridades municipales, provinciales y
hasta nacionales, ya que las apadrinan por relación con los protagonistas o
simplemente porque le gusta ese tipo de actividad.
MÁS GRANDES Y ANTIGUAS
Las velaciones más sazonadas que se
producen en la región Este son las de los Toros de la Virgen, que pasan por
Hato Mayor entre el 11 y el 12 de agosto en procesión desde Bayaguana y que
hace una parada en la comunidad de Las Guajabas de El Seibo, donde se
concentran hasta cinco mil personas, que amanecen cantando y tocando e
ingiriendo bebidas alcohólicas. Esta tiene unos 84 años celebrándose.
Sin embargo, la velación-sonada de
palos o atabales más vieja es la de Mariana Zorrilla Ozuna, que lleva unos 123
años de manera ininterrumpida celebrándose en el mes de junio.
La fiesta de Mariana Ozuna, es la más
asistida, celebrada en casa de familia que se da en la región y que tiene como
epicentro la comunidad de Guayabo Dulce, a unos 12 kilómetros al sur de Hato
Mayor, por la carretera que va a San Pedro de Macorís, donde cada año para el
mes de junio asisten entre mil 500 a 2 mil personas, que se van
concentrando desde que se comienzan a matar las tres vacas y cinco cerdos que
año tras año se sacrifican para la ocasión.
Cientos de personas de toda la región
se van arrimando desde el día anterior en la casa de Mariana Zorrilla, ayudando
unos a sacrificar los animales, otros a cantar y hacer historias y cuentos
inverosímiles.
En la velación de Mariana dan
desayuno de víveres con carne a las 8:00 de la mañana, arroz blanco,
moro de Guandules y habichuelas con carne a la 1:00 de la tarde, arroz con
leche pura de vaca a las 4:00 de la tarde y cena de víveres con carne de cerdo
a las 7:00 de la noche.
Quienes amanecen en la fiesta, se
matan la resaca y el sueño, ya que esperan el desayuno consistente en una sopa
de huesos, orejas, hocicos, patas y cabezas de cerdos y vacas. Es donde más
comida y bebida se reparte.
Durante las fiestas patronales de Hato
Mayor, que se celebran cada año para el mes de septiembre, el comité de festejo
organiza unas nueve sonadas de atabales, que se realizan en la “Enramada de
Media Chiva”, tenido como ermita de la Virgen de Las Mercedes.
Las nueves novenas de atabales son
asignadas a empresarios, colonos o alguna autoridad municipal o provincial, que
se encarga de promocionar y movilizar la mayor cantidad de gente posible, para
no ser abucheado en calles y avenidas, ya que antes de llegar a la ermita de
Media Chiva se hace un recorrido por todo el pueblo de Hato Mayor en vehículos,
motores, bicicletas, caballos y a pies.
En los últimos años, estas fiestas de
atabales han recibido un elemento nuevo, que consiste en que el padrino o
patrocinador expone a la noche la explosión de fuegos artificiales, lo que le
da un mayor esplendor a la actividad cultural, que lleva unos 16 años
realizándose.
Otras fiestas sazonadas y las que
asiste una gran cantidad de público son los atabales de la familia Amparo, que
en honor al hacendado que más cacao tenía en Hato Mayor (Dos mil 500 tareas),
se celebran en dos fechas, siendo la primera el 21 de Enero, porque el difunto
padre era devoto de la Virgen de la Altagracia y la otra fecha el 15 de agosto.
Aquí viene gente de Higüey, El Seibo, San Pedro de Macorís, Sabana de la Mar,
movido por la promoción y la concentración de buenos bailadores y bailadoras de
palos.
Los Echavarría, son una familia de la
comunidad de El Peñón, en El Seibo, que tienen varias décadas celebrando un
novenario y cantada de atabales, donde se concentran cientos de personas y se
sacrifican aves, cerdos y vacas, que cocinan para el público asistente.
También se celebran con extremo
entusiasmo fiestas de palos en las comunidades de Mata de Palma, Las Palmillas,
El Manchado, Mata Palacio, Yerba Buena, Santana, La Enea, Ramón Santana,
Vicentillo, Viviana, Jalonga, Capote, Las Claras, Mango Limpio, Magua, Las
Cañitas, Nisibón, Cañada del Agua y otras de El Seibo, Hato Mayor, San Pedro de
Macorís, Miches, Sabana de la Mar, La Romana y otras comunidades rurales y
barrios del Este.
En los campos y barrios de Hato Mayor,
Higuey, La Romana, San Pedro de Macorís, El Seibo el baile de palos se asocia a
la celebración de un santoral de la iglesia católica y sino a la celebración
por recordación de una persona que haya muerto y que gustaba de ese tipo de
celebración.
Se toca con dos o tres instrumentos
que pueden ser acompañados de guayo, maraca, pandero, con su coro de voces y
palmadas.
A las sonadas de atabales en la región
Este también la denominan velorio y siempre son escogido un rey y una reina,
con lo cual se recuerda los reyes de los cabildos o cofradías, asociaciones en
que los esclavos trataban de protegerse
Los hechiceros o curanderos también
hacen celebraciones anuales a los luases, siendo bailado y acotejado a su
manera.
Siempre los bailan parejas sueltas que
en ocasiones se pueden tocar el hombro o por los codos y es muy agradable ver
este baile por las personas mayores a quienes les gusta participar.
HISTORIA
Las sonadas de palos o tabales
llegaron a la Hispaniola con los esclavos negros importados desde África por
los colonizadores españoles.
Constituye el ritmo folklórico y
popular más enraizado en el pueblo dominicano y sobre todo donde operaron los
primeros ingenios azucareros.
Es tan popular que anualmente celebran
festivales de Atabales en distintas regiones y pueblos del interior.
La danza de los palos es un baile de
pareja que es rodeado por espectadores que se agrupan alrededor, hay derecho a
improvisar y bailar hasta que alguien le toca el hombro, indicándoles con esto
su deseo de sustituirlo.
La coreografía debe variar hasta
final, casi siempre la mujer es la que pone el baile, para que el hombre la
siga y no se salen de de los patrones ya establecidos.
El termino palos según Fradique
Lizardo, es una denominación criolla, por asociación con los palos o troncos
con que se hacen los tambores. Atabal es una voz de origen árabe traída por los
españoles y tal vez aplicada también a los tambores indígenas hechos de
troncos, y más tarde a los tambores de los negros africanos.
El sociólogo e investigador Dagoberto
Tejada considera que los palos son parte de la vida misma del pueblo
dominicano.
Las Fiestas de Palos” llenan un vacío
del verdadero folklore del pueblo dominicano, al que no se le puede arrebatar
su verdadera identidad como pueblo que expresa lo que siente y lo que padece.
INSTRUMENTOS
El conjunto de instrumentos utilizados
por los atabaleros en los pueblos del Este consisten en Congo o palo
mayor, un conguito o palo menor, este pequeño también es llamado Alcahuete, una
canoíta y varias maracas y un güiro. Los dos primeros instrumentos son
tambores.
Al sonido de estos instrumentos, los
atabaleros tocan sus "veintiún toques" o canciones (el veintiuno
es un número sagrado), que son bailados en las fiestas patronales, en el cabo
de año o aniversario de la muerte y en el banco o gran fiesta de los
integrantes (vivos y difuntos) del "fundo familiar".
Los palos o atabales, además de su
manifestación festiva, están muy asociados a los rituales de invocación de
misterios, en los cuales se produce el trance o estado de posesión del
hechicero o brujo.
Hay que sintetizar que los pueblos de
la región Este, presentan una diversidad en su conformación étnico-cultural, lo
que le otorga la característica de un territorio multiétnico
En sus tierras confluyeron grupos de
inmigrantes llegados de diversas partes del mundo en diferentes períodos de su
historia, entre ellos en primer lugar los españoles (principalmente canarios),
seguidos de africanos traídos en condición de esclavos durante la época
colonial, y luego, especialmente durante el siglo XX, puertorriqueños, árabes,
italianos, y recientemente, un numeroso grupo de haitianos.
Una encuesta Demográfica y de Salud
dada a conocer por Endesa, en el 2002, revela que el 61.5 % de las poblaciones
de la región Este es de creencia católica, lo que pudo haber influido muchos en
el comportamiento de sus habitantes en tener cierta inclinación por la música
de atabales, introducida junto a la religiosidad popular por los españoles
durante la colonización.
En estudio serio que se pudiera
realizar una institución ligada a las manifestaciones culturales de los pueblos,
podría revelar resultados insospechados sobre el comportamiento de la música de
atabales en región Este.
No hay comentarios:
Publicar un comentario