Beranardo Aantonio Batosta |
Manuel Antonio
Vega
HATO MAYOR.- El tribunal colegiado del Juzgado de Primera Instancia del Departamento Judicial de Hato Mayor, aplicó la pena máxima de 30 años a un hombre que confesó estranguló a su mujer, luego la descuartizó y cargó sus piezas humanas en fundas plásticas y lanzó a una cisterna, hecho ocurrido en junio del 2011 en el costero municipio de Sabana de la Mar.
Los magistrados Ramona Milagros Santana Bermúdez, Clara Rivera y José Alfredo Reyes Mejía, en
su decisión dijeron que el imputado se auto incriminó al narrar con crudeza,
pero sin rubor la forma en que mató a su mujer.
El procesado lo es
Bernardo Antonio Batista Vilorio, quien mató bajo el manto de los celos a la
madre de su hija Cecil Lanzo Canales.
En presencia de jueces,
fiscales y abogados, Bernardo Batista confesó que primero estranguló a la mujer
y que después para deshacerse del cuerpo lo picó en piezas y lanzó a un pozo o
cisterna que había en una casa adyacente.
“Ella me fue
encima con un cuchillo, porque le reclamé
que por qué llegaba tan tarde al hogar, entonces logré agarrarle el
cuello y la apresté hasta que perdió la respiración”, contó el sujeto a las
autoridades judiciales.
Batista Vilorio
purgará su pena en la cárcel pública de El Seibo, por no existir en Hato Mayor
un recinto militar para albergar los reos que son procesados en los tribunales
locales.
Cecil Lanzo Canales |
El ministerio
público, representado por la fiscal Inés Bruno Tejada pidió 30 años de prisión
para el imputado, petición que fue
favorecida por el tribunal de alzada.
LA HISTORIA
Bernardo Antonio
Batista Vilorio, 43 años de edad, admitió ante los investigadores policiales el
crimen de la mulata Cecil Lanzo Canales, de 30 años, pero dijo que antes de
descuartizarla, de picarla en trozos, como si fuera una vaca, la estranguló, le
aprestó el cuello hasta quitarle la respiración y pensó tirar las piezas
humanas al mar.
El confeso asesino
narró paso por paso como llevó a cabo el crimen y porque lo hizo, indicando que
la mujer que amó nunca pensó que yo la iba a matar y que era masoquista, que le
gustaba aguantar golpes.
“Cuando ella llegó
de la discoteca eran las 3:40 de la madrugada del sábado y le inquirí que donde
estaba, con quien estaba y que hacía a esa hora en la calle, cuando el hombre
soy yo y estoy acostado desde temprano”, narró.
Explicó que cuando
la cuestionó, ella le fue encima y que forcejearon, yendo ella hasta la cocina a buscar un cuchillo, con el
cual supuestamente lo atacó, logrando arrebatarle el cuchillo y arreguindarsele al cuello hasta
hacerla caer al piso. La mujer pesaba
unas 300 libras y medía unos 5.8 pies de estatura, mientras que el era de unos
5.4 pies y delgado.
“Ya en el piso la
apresté por el cuello casi por 20 minutos, la solté al ver que ya no se movía,
le había asfixiado, estrangulado”, dijo sin rubor y sin signo de
arrepentimiento.
“Al ver lo que
hice arrastré el cuerpo de la sala hasta el aposento, la desnudé y luego moví
el cadáver hasta el baño y comencé a picarla, para desaparecer el cuerpo”,
sostuvo.
Significó que lo
primero que cortó fue la cabeza, luego los brazos y las piernas, que colocó en
fundas plásticas.
“Después corté el
cuerpo a nivel de estomago y la parte de la barriga y la del pecho, la envolví
en sábanas y le hice varios nudos, para que no se me saliera”, narró el frio
asesino a los investigadores.
Al mar
Dijo que luego
ideó sacar los trozos o piezas humanas y depositarlas en el mar, pero que pensó
que podía ser descubierto a esa hora por alguien o la policía que tiene su
destacamento en el embarcadero.
“Entonces, abrí la
puerta que da acceso al patio, busqué una escalera y la coloqué en la pared que
da acceso a El Casón, una vivienda abandonada que queda detrás de la vivienda
donde vivo, subí los bultos y lo dejé caer al otro lado, luego crucé al otro
extremo y deposité las fundas y las sábanas con los pedazos de carne en el pozo o aljibe”, siguió diciendo.
Manifestó que
luego regresó al interior de la casa y
lavó bien el baño hasta borrar evidencias del crimen y “luego me acosté”.
Señaló que la
operación para deshacerse del cuerpo de su mujer la realizó en unos 45 minutos.
“Qué hizo usted al
amanecer el sábado”, preguntó el investigador policial.
“Me levanté como a
las 9:00 de la mañana, abrí mi casa y me puse a esperar que fueran clientes a
comprar joyas y accesorios que mi esposa trajo de Puerto Rico y en la noche me
iba a beber a los burdeles”, expuso.
Admitió que siguió
su vida normal en Sabana de la Mar y que cuando la gente preguntaba por Cecil
le respondía: “Más sabes usted de ella
que yo, aunque me dijo que se iba para Puerto Rico”.
El idilio entre
Cecil y Bernardo llevaba años y era de conocimiento del pueblo de Sabana de la
Mar del maltrato que el matador daba a la mulata, a quien celaba hasta con los mosquitos que llegaban a su piel.
Hedor lo delató
Cuando
Bernardo golpeaba a Cecil, los vecinos
escucharon y llegaron a decir esa gente no deja de pelear ni dejan dormir a
nadie en el barrio, pero al pasar las horas y los días comenzaron a levantar
sospechas.
La mujer fue dada
por desaparecida, porque hasta Bernardo no daba explicación de su paradero.
Pasó el sábado, el
domingo, el lunes, pero ya el martes el cuerpo expuesto a las aguas del aljibe
y a los rayos del sol, comenzó a expeler mal olor, lo que preocupaba a los
vecinos, que llegaron a decir que eran ratones muertos que habían por los
alrededores.
Los fétidos olores
crecieron y la preocupación de vecinos amentaba, hasta que un vecino cruzó al
patio de La Casona, buscando saber que olía tan mal y observó una pierna humana
y la cabeza flotando en el agua y dio parte a las autoridades policiales.
Cuando la patrulla
policial llegó al solar yermo y vio las piezas humanas, Bernardo estaba como si
nada en la casa, simulándolo todo.
La patrulla
policial llegó hasta la casa de Bernardo y lo apresó como sospechoso, pero este
en principio negó toda responsabilidad.
Fue en Hato Mayor,
que decidió revelar a los investigadores lo que había hecho con la madre de su
hija.
Los vecinos
“Esa mujer quería
su hombre, pero él había caído en el vicio de las drogas y todo lo que ella
mandaba él se lo chupaba de drogas y además era celoso como el diablo”, contó
un vecino que pidió el anonimato, pero que conocía a la pareja.
“Ella estaba contenta, alegre, dijo que había
venido para diligenciar los papeles de Bernardo, que quería llevárselo y
ponerlo a trabajar”, le había confiado a una amiga que compartió con ella en la
discoteca la noche del pasado viernes, horas antes de ser estrangulada y picada
por el padre de su hija, Bernardo Antonio Batista Vilorio, de 43 años.
Para los vecinos,
que siempre pidieron reservas de sus nombres, la discusión era una más de las
que la pareja lo tenía acostumbrado a escuchar,
sin imaginarse que era la última, porque con esa terminó la vida de una
mujer que se desvivía y embobaba por su marido.
En medio de la
discusión, la mujer le había pedido que mejor la matara, sino la podía dejar
divertirse con sus amigas, lo que al parecer cumplió Bernardo.
La niña salvó de chepa
La niña de la
víctima se salvó de milagro del hecho donde perdió la vida su madre, porque su
progenitora al parecer presentía la muerte y la había llevado a la casa de una amiga,
que no se especificó.
El asesino tenía
una orden de alejamiento judicial, pero la mujer adoraba a su hombre y en
cuanto vino de Puerto Rico lo buscó para plantearle que iba a diligenciar los
papeles para que se fuera con ella a Puerto Rico.
Las autoridades
judiciales y médicas decidieron que los trozos humanos fueran llevados a
Patología Forenses a San Pedro de Macorís, para determinar las reales causas de
la muerte de Lanzo Canalaes.
El hecho de sangre
dejó perpleja a Sabana de la Mar, cuyos
habitantes se volcaron al lugar de la tragedia y permanecieron hasta que las
autoridades sacaron la última pieza humana del cuerpo de la mulata del aljibe.
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