Desde
que Juan tiene su primera tarjeta de crédito, ya nunca usa efectivo. Ahora coge
cuadre pa' sacar su tarjeta, invita con ganas a to' el mundo, y dice con
orgullo ¡Yo pago!"
A
sus casi 20 años, Juan Palotes, además de estudiar en la universidad, tiene
seis meses trabajando en la ferretería de su tío. Hasta hace poco era tímido, y
sólo se juntaba con un pequeño grupo de amigos en sus casas y el barrio, pero
ahora que está trabajando e ingresando algo de dinero por su cuenta, su vida
social súbitamente creció, y él mismo se sorprende de todos los nuevos amigos
que tiene.
Últimamente,
los amigos aumentaron, al mismo tiempo que Juan sacó una tarjeta de crédito que
duplicó el sueldo mensual que su tío le paga en la empresa.
Juan
es ahora un "fiebrú con su tarjeta", y anda de arriba para abajo
mostrándola brillosa y nuevecita, dejándole saber a todos que eso de semanales
de sus padres, es para muchachos que no tienen, como él, su propia tarjeta de
crédito que él maneja como él quiera.
Lo
que nuestro Juan más disfruta es "el sonido del lapicero contra el papel,
mientras firma" los vouchers de las cenas que brinda a todos sus nuevos
amigos, a tal punto que él "pide la cuenta antes de terminar la
comida", y los convidados sólo se percatan cuando lo ven firmando la
cuenta que él ni siquiera revisa.
Para
los nuevos amigos, Juan era un pariguayo, un tipo "quedao" del
barrio.
Eso
era antes. Ahora está en otra liga, y no hay coro en el que Juan -Yo Pago-
Palotes no sea la estrella, porque a él, parece ser, le sobra el dinero.
"Yo",
con mi nueva tarjeta, "me siento grande, me siento libre" le dijo,
con cierto desdeño y aire de superioridad a Anita, una de sus antiguas amigas
del colegio, con quien ahora comparte poco pero que era fiel en la época de ver
películas y picar lo que había en sus hogares.
"Estoy
disfrutando de una nueva vida", le dijo Juan -El Plástico- a su amiga de
la infancia, antes de colgar su exquisito teléfono inteligente de última
generación que recién había comprado ("no con efectivo, ¡con tarjeta!").
En
la universidad escuchó a Yuly, una de sus nuevas panas, hablando del próximo
concierto del famoso cantante mexicano, aquel con el nombre del escribidor
financiero que escribía mucho sobre finanzas personales (aunque Juan nunca lo
leyó, pues le aburría su cantaleta de cómo manejarse bien con la tarjeta.)
"¡Invítame,
que yo pago!" le dijo a su nueva y curvilínea amiga que, sin pensarlo dos
veces, le respondió: "Claaaro… Yo misma te iré a buscar, en el carro de
papi."
Llegó
la noche del concierto de "El Potrillo", y Yuly se apareció en la
casa de Juan en una de esas yipetonas viejas que chupan RD$5,000 por tanque.
Luego
de darle un coqueto beso a Juan, le dijo: "¿Tú crees que podamos pasar por
la bomba, que estoy bajita de gasola?"
Todavía
turbado y sonrojado por el inesperado saludo de Yuly, el ahora Chico Plástico
no dudó ni un segundo en decirle: "¡Llénalo, que yo pago!"
Yuly
y Juan se metieron en amores. Eso fue algo rápido, pero se les veía en la
universidad de lo más acaramelados.
A
Yuly no le faltaban unos nuevos zapatos y hasta un "iPad" de última
generación que, sin la gente explicarse o entender cómo, Juan se desvivía
regalándole con cualquier excusa.
"¡Yo
pido todo por internet!" exclamó, dejando saber que todo lo de él era
"de cajeta" y "de los países".
EL
AMARGO DESPERTAR
Sin
darse cuenta, pues lo de él era gastar, invitar, y regalar sin pensar, ni
priorizar ni planificar, Juan Palotes fue acumulando una deuda importante.
Los
primeros meses pagó el balance al corte en su totalidad, ya que él tenía un
ahorro acumulado. Con el paso del tiempo gastaba cada vez más y, sin darse
cuenta, llegó el mes en el que de lo adeudado, sólo podía hacer el pago mínimo.
Juan
se tuvo que financiar a un interés del 66%. Así fue que aquel primer tanque de
gasolina que le regaló a Yuly terminó costándole, un año después, RD$8,300.
Desesperado,
recordó que en la publicidad de su tarjeta explicaron que con un número secreto
("PIN") le permitían hacer retiros de efectivo como si fuera una de
esas aburridas tarjetas de débito.
Aprovechó
aquella facilidad para hacer el pago mínimo de ese mes, aunque fue después que
cayó en cuenta que por el retiro de efectivo, inmediatamente le cobraron una
comisión que él desconocía.
Peor
todavía: cual bola de nieve, pagaba su deuda… ¡con más deuda!
Todo
lo que le entraba de sueldo, lo abonaba a la tarjeta para seguir con la
francachela y con su novia Yuly, hasta que cayó en cuenta que por más que
abonaba, los cargos por interés eran cada vez mayores, y ya ni siquiera le
permitían hacer consumos adicionales con la tarjeta.
Con
el estrés que ahora le causaba el cúmulo de deudas que había generado, Juan
Palotes ya no era el de antes.
Vivía
preocupado, sin poderse concentrar, y en las noches le costaba dormir. En sus
pesadillas soñaba con que lo mandarían a "turbo-cobros", y que los
abogados se le aparecían, encapuchados de negro, en su casa y en la ferretería
de su tío.
Primero
fueron los amigos y después Yuly. Poco a poco, Juan se quedó solo, con una
vergüenza y miedo que crecía en el tiempo, pues sabía que sus malos consumos se
habían acumulado en deudas, y en el "buró de crédito" le llevaban su
historial de pago o, en este caso, de mora.
"Tenemos
que hablar", le dijo su tío, después de recibir una misteriosa llamada.
Juan estaba seguro que era para enfrentarlo por las llamadas
"turbo-cobros" que hacían a la ferretería.
De
regreso al barrio se reencontró con Anita. "¿Qué te pasa?". Cabizbajo,
Juan sólo alcanzó a responderle: "¡Ay! Que entre "yo compro",
"yo invito" y "yo firmo", ahora ya ni el banco ni sus
cobradores me creen cuando les digo: "¡Yo pago!"
"Yo",
con mi nueva tarjeta, "me siento grande, me siento libre", le dijo,
con cierto desdeño y aire de superioridad a Anita, una de sus antiguas amigas
del colegio, con quien ahora comparte poco, pero que era fiel en la época de
ver películas en sus hogares.
Yo
era de ese tipo de persona que se pasa su vida haciendo cosas que detesta para
conseguir dinero que no necesita, y comprar cosas que no quiere, para
impresionar a gente que odia".
Autor:
Emile Henry Gauvreay, periodista canadiense (1939~)
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