Vinicio es una estampa
cristalizada que todo el mundo conoce en Hato Mayor
MANUEL ANTONIO VEGA
HATO MAYOR.-“Rápame Vinicio
que tengo calor”.
Esta parece ser una expresión obscena en una escena de amor. Pero no, son voces de mujeres y hombres, de
niños y ancianos, que abordan a Vinicio
Santana, para pedir un yun-yun o frio-frio.
Este carismático hombre,
rodeado de una habilidad asombrosa al guayar y lanzar el hielo por el aire,
para que caiga en el vaso, sigue siendo el yunyunero más famoso de Hato Mayor.
Su esfuerzo y dedicación lo
han hecho merecedor del título “El mejor Yunyunero de Hato Mayor”.
Siendo apenas un niño abandonó
junto a su madre, Canuta Santana, la comunidad de El Coco, a siete kilómetros al sur de Hato Mayor, en
busca de una mejor vida.
Contando apenas 13 años de
edad, se dio cuenta que no sabía hacer ningún tipo de oficio o trabajo y se
dedicó a hacerle mandado a doña Julia Morales, madre de la ex gobernadora,
Bahirma Morales, a cinco pesos por tarea.
Más tarde se dedicó a vender
maíz sancochado, con cuyo dinero surtió una paletera, que instaló en el parque
central, “Mercedes de la Rocha”.
Llegó a limpiar zapatos,
vender maní tostado, refresco y ayudante
de albañilería.
A Vinicio no le importó que la
albañilería fuera un trabajo fuerte, para un jovencito, pues aprendió en la
calle que había que independizarse para progresar y llevar una vida más digna.
Es casado con Lidia
Rosario, con quien procreó sus
hijos: Noemí Yokasta, Yamel Annoris y
Lilian Génesis Santana Rosario.
EL YUNYUNERO
Fue en septiembre de 1979 que
se inició como yunyunero en el liceo secundario “César Nicolás Penson”.
Cuando inició los vasos eran
en forma de cono y un “rapao”, como también la gente llama al jugo de cirót con
hielo guayado, costaba cinco centavos.
Su forma de ser, jovial, y
bonachón, así como la higiene y la calidad del ciró, le valieron para
acreditarse como el “El mejor yunyuro de Hato Mayor”.
Desde el 1979 se le ve frente
al liceo César Nicolás Penson, mañana y tarde y a veces en cualquier calles de
la ciudad, pregonando su venta.
Más de medio pueblo, entre
estudiantes, profesionales, ricos y pobres han saboreado el yunyun de Vinicio.
Recuerda que la primera
carretilla la compró al electricista Luis Cachón, la que heredó al morir su
padre Milito, que fue vendedor de frio-frio por muchos tiempo, aquí.
Vinicio no está rico, pero el
esfuerzo cotidiano y el respaldo de su pueblo, le reportan RD$ 1000.00 y
RD$1500.00 diario, con lo cual da el sustento a su familia.
“Así es subido a mis hijos,
rapando hielo y echando ciró, sin pedirle un centavo a nadie, pero sí con el
respaldo de mi pueblo, al que nunca defraudaré. Hato Mayor es un pueblo generoso,
digno de mejor suerte”, dijo.
Es una persona laboriosa,
seria, atenta y colaborador. Lo de colaborador lo escribo, porque he visto a
Vinicio deprenderse de su dinero para pagarle pasaje a estudiantes que van a la
universidad y de la zona rural.
A veces regala más frio que lo
que vende, porque reparte hasta lo que
no tienen dinero para comprar.
LOS TURNOS
Cuando el día está para
Vinicio y la suerte apremia, la gente
tiene que hacer filas para saborear el yun-yun.
“Dame el mío de: tamarindo, menta, anís o
rojo”, se escuchan las voces de compradores, que buscan ser primero en tomar
frio-frio.
Esa es la forma de ser de esta
estampa hatomayorense, que con su jovialidad y su extraordinaria forma de ser
se ha ganado un pueblo tan heterogéneo como Hato Mayor.
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