Se trata de Crisania Soriano Mercedes, bautizada como “La Rubia”, catapultada a la fama por el recorrido, junto a su esposo, Henger Santana, describiendo cómo operaba el negocio del narcotráfico; de que pagaba cien mil pesos mensuales y que se distribuía precisamente entre los organismos comprometidos con la lucha en contra del flagelo, que abarcó a un representante del Ministerio Público.
La vida le ha cambiado a partir del revuelo desde esa ocasión. La Dirección Nacional de Control del Drogas (DNCD) sustituyó la dotación completa y la Procuraduría investigó al ayudante fiscal citado. Ahora, la pareja, que admitió que pagaban para estar en el negocio, se desligaron de este y han querido rehacer sus vidas.
Otras cosas han cambiado. En aquella ocasión, los agentes incursionaban en su casa, sin orden para ello. Los asediaban, amenazaban y vigilaban por doquier; ahora, solo cuando someten a alguien preguntan por La Rubia y por su esposo, le vigilan a distancia, pero afrontan dificultades para reinsertarse.
Sobre ella pesa una medida de coerción que “frena su vuelo”. Le fue rebajada de firmar el libro mensual a semanalmente, lo que le impide trabajar fuera de la ciudad. Tampoco consigue una carta para solicitar trabajo, por su pasado. Sobre esto, dice: “Le ha caído a la fiscal Jenny Ramírez conmigo; me cambió la medida; tengo que firmar todos los lunes”.
La medida viene por un caso de violación a la ley de drogas, hace varios años, incluso cuando no vivía con su actual pareja.
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