NATACHA BATLLE |
VÍCTOR ESPINAL
Está es un poemario que nos llamó
sobremanera la atención, ya que no se trata de la poesía a que nos tienen
acostumbrados los poetas tradicionales, que es una poesía construida a partir
de intereses mercantiles, por lo cual en el pasado la llegamos a catalogar como
“poesía técnica”.
Esta bella, esbelta y talentosa mujer hatomayorense
se desangra en sus versos a través de las páginas de “bajo la piel de aguja”,
una obra que ha sido objeto del más valioso de todos los reconocimientos, que
es el que dan los lectores.
En este poemario de 88 páginas, Natacha
se presenta como una poetiza de gran experiencia en el arte de escribir, más
sin embargo, se trata de su primer libro publicado.
Lo que lleva al lector a crear una
inmediata empatía con la autora, es que lo hace creer que lo que está leyendo
ha sido vivido por él mismo, sin lugar a dudas la Batlle cuenta con lo que le
falta a la gran mayoría de los poetas contemporáneos, la magia de darse a
entender, ser aceptada y asimilada por quienes la leen.
Pero eso a ella poco le importa, lo más
importante para ella es explotar y sentirse libre de toda esa furia que lleva
encendida en los más apartados y desconocidos lugares de su corazón.
En sus versos no usa rima, pero mucho
menos métrica, como tratando de decir que los poetas (en lo referente a la
gramática) son iguales que algunos senadores y diputados dominicanos, que están
llamados para crear o hacer leyes, pero nuca para ellos cumplirlas.
“Bajo la piel de aguja” es un canto de
protesta en contra de la infelicidad, de amor en contra del desamor, de ilusión
en contra del pesimismo, y de valor en contra de la cobardía.
En su estructura cuenta con paralelos
tan fuertes que pueden derrumbar la Muralla China: “llevo sentada en la misma
esquina lo mismo que lleva el techo derramando lágrimas ajenas”. Pero eso no se
queda aquí, ya que como si se tratase de una gaviota oriunda de alguna lejana y
desconocida galaxia que anda en busca de su propia identidad es como se nos
presenta, “para no borrar los pedazos del camino donde las sombras vuelven a
mí”.
Además, en este discurso de Batlle se
convierte en un canto en contra del sistema opresor que rige los destinos del
pueblo humano: “para esconder en sus murallas algunas sonrisas de emergencia
por si la tempestad se hace muy larga”.
Sin embargo, algo en esta mujer hecha
poesía que hace recordar a otra gran hatomayorense, la Premio Nacional de Pesia
del 96, Carmen Sánchez, en su primer libro, “Descalza sobre Piedras”, cuando
dice: “caliente, rojísima, salvaje… la sangre crece bajo mis pies, algo se
rompió… ¿habré sido yo?”.
Por último, en los versos de Natacha
Batlle en “Bajo la piel de Aguja”, existe una verdad muy bien oculta y
disfrazada, un misterio que solamente el lector con un ojo crítico podrá
descifrar: “la angustia fluye amarillenta al ras del suelo, con todos sus
demonios, trae finos tacones, agrieta el
silencio de los mosaicos”, o versos como: “¿Acaso no es el corazón una bomba
inestable de sentimientos imprecisos?”. Esta verdad no es colectiva, pertenece
únicamente a su individualidad y por lo tanto, la dejaremos que siga durmiendo
bajo las lápidas del silencio.
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