La miseria que le rodea es tan
extrema, que la cama está sobre cuatro block y sirve de mesa de comedor, donde tiene
los trastes de comer y beber
MANUEL ANTONIO VEGA
EL VALLE, Hato Mayor.- En una tradición
que se creía desaparecida, una anciana de 92 años hace 25 que compró y guarda
el ataúd y la mortaja con la que espera le sepulten cuando muera.
La historia, que parece traída
de una película de ficción, es la que rodea a doña Evangelina Salas (Nona),
quien además se mandó a construir su tumba donde será sepultado y la mortaja o
vestido blanco, que le pondrán cuando “me toque irme de este mundo, que creo no
está lejos”.
“Desde hace 25 años di RD$
4,000.00 por ese ataúd gris y lo puse en la habitación, justo al frente de la
cama donde duermo”, narró la envejeciente, afectada por artritis en sus piernas
y con poca visión en sus ojos.
La caja, en la cual aspira la
añosa mujer le sepulten, está forrada
con una sábana y amarrada con cuerdas para que el polvo, la carcoma y la
humedad no lo dañen.
El particular caso, que se
conoce en el agrícola y minero municipio de El Valle, a 33 kilómetros de Hato
Mayor del Rey, en el Este del país, ha movido el interés noticioso.
Sostiene que lo del ataúd lo
hace por costumbre, “una tradición que mantenían mis ancestros desde hace
muchos tiempos”.
Doña Nona, no procreó hijos y
su esposo hace más de 30 años murió.
Ella guarda su caja fúnebre con muchos celos, en el cuarto donde pasa las noches a solas, ya que en
el día la cuida y cuece los alimentos su sobrina, Rosari Salas.
“No le temo a la muerte, pero
es lo único seguro, que no tiene remedio”, asegura con firmeza, para agregar,
creo el ataúd me ha prolongado la vida”.
Dijo que en su familia se
tenía como cultura, que cuando se iba entrando en edad, había que comprar el
ataúd, construir la tumba o nicho y mandar a confeccionar la mortaja.
Narra que ha visto a muchos
vecinos morir, “pero no lo temo a la
muerte, porque estoy preparada para ese día y mi hermano Celín Salas, el único
que me queda, no tendrá que comprar mi caja, ni mortaja, porque ya la tengo”.
Dice que su preocupación más
grande son unos dolores de cabeza que le dan y calambre en los pies, los cuales
no puede afincar al piso, por tenerlo estirado hacia abajo.
Interrumpe y sigue hablando de
su caja al exclamar: “Mi caja fue mandada a comprar a Hato Mayor a mi medida, y la tengo en esa esquina, porque
no quiero que nadie le toque, porque será mi morada final”.
Dijo que eso hicieron sus
padres y que mandó al cementerio a hacer su bóveda porque no quiere la
entierren en el suelo”.
Casó con Maromo Peguero, allá
por el 1940, pero murió en 1960.
Quiere ver a Danilo
“Antes de cerrar mis ojos por
completo, me gustaría Danilo Medina visite mi casita, porque se la compré a una
viuda, cuyo esposo se ahorcó y no quiero vivir más aquí”, dijo.
“Me gustaría mi presidente me
regale una cama, un abanico, nevera, una estufa y ropas, que no tengo”, acotó
la envejeciente a Diario Libre.
La cama tiene como soportes o
patas cuatro pedazos de block viejos, las sábanas lucen desaliñadas y en la
casa no hay en que sentarse.
En una silla plástica le ponen
la escupidera o vacinilla, para realizar sus necesidades fisiológicas, porque
la casa carece de baño
La miseria es tan extrema, que
la cama está sobre cuatro block y sirve de mesa de comedor, donde guarda tiene
los trastes de comer y beber
TRADICIÓN
El mandar a confeccionar la
caja de muerto es una costumbre que estuvo muy enraizada en los campos
dominicanos, sobre todo en el Cibao y la región Este del País.
En El Valle no hay funeraria,
pero si un cementerio grande y cuando alguien muere llevan el cajón sobre los
hombros, caminando, donde se une mucha gente al entierro, hasta dejar al
difunto en su última en camposanto.
Las Tumbas
Los ataúdes son escogidos por el
gusto de los dolientes, que indican el color, la madera y el tamaño, y hasta
compran la ropa con la que prefieren irse de este mundo. Las tumbas o nichos generalmente son pintados
de gris, azul o blanco.
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