Opuesta a que los residentes de este municipio costero sean etiquetados solo como gente de salida de viajes en frágiles embarcaciones, su trajinar diario la ha llevado a una labor tan humana como enaltecedora, sin buscar reconocimientos, aunque los tiene.
Ella, residente en la calle Gastón F. Deligne del barrio Pueblo Arriba de Miches, es harto conocida por los años que lleva como la vendedora y repartidora de este diario, que se ve como un producto de primera necesidad.
“Si el LISTÍN llega tarde la gente me insulta y si no llega, me acaban. Hay personas (lectores) que son verdaderamente celosos con este periódico”, sostiene para recordar que antes que ella estuvieron Ercita y Felín, Martín y Altagracia Santos, responsables de su distribución, supervisados por Rosario.
Recuerda que se inició cuando el LISTÍN se vendía frente a la escuela Vocacional en la calle Rosa Julia de León esquina Mella. Allí combinaba la venta del diario con naranja, mandarina y una paletera.
“Cashi le dijo al supervisor que se iba a retirar. Él se puso triste y ella le dijo que yo me iba a quedar repartiendo el periódico; a partir de ahí, el 13 de junio del 1999 estoy en estos menesteres”, manifestó.
La consagrada repartidora lleva en la memoria a clientes como Joaquín de la Cruz, Bienvenido Leonardo, el doctor Haché, Seneida de la Cruz y otros, a quienes no les podía faltar su ejemplar y temprano, para ella no sufrir las consecuencias.
El diario llega regularmente entre 7:00 y 8:00 de la mañana y en casos excepcionales a las 11:00 a.m. Desconoce cómo hizo la empresa para hacerlo llegar cuando el poblado quedó incomunicado, tras el paso reciente del huracán María, pero se alegra, porque hicieron falta ejemplares.
Cita que llegó a venderlo cuando apenas costaba 10 pesos, mientras ahora cuesta 25 pesos y a pesar de las facilidades de poderlo leer por internet en celulares y computadoras, se mantiene en su oficio.
A su rutina propia como repartidora, sostiene que a su edad le ha hecho bien a su circulación, llevar el diario a los abonados o suscriptos; labor que combina con la venta de gofio y maní tostado. Pero esta mujer que también es consagrada con su iglesia, suele participar en retiros de tres días y cumple con asignaciones especiales. Su labor como repartidora de LISTÍN, la aprovecha para aconsejar jóvenes de la calle, sacarlos de los vicios y motivarlos para que se encaucen por el camino correcto.
“La verdad que eso me hace sentir útil, bien. Hablar con ellos, tener una comunicación franca e incentivarlos para que sean útiles a la patria. Es algo que me nace del corazón”, sostiene.
Su anhelo
Doña Rosa, como se le conoce y quien se ha ganado el respeto de mucha gente, tiene sueños y anhelos. Uno de ellos es poder viajar a una excursión que organiza el sacerdote de su parroquia a Jerusalén.
Aunque reconoce que no tiene para costearlo, no pierde la esperanza de reunirlo para coronar su sueño. A la vez, dice que existen lugares donde la juventud se pueda entretener de forma sana, “existen muchas escuelas, pero faltan fuentes de trabajo, y luego que terminan no tienen donde trabajar”, señala.
En adición a sus oficios, esta mujer cuida a su sob
rino Emeterio Read, a quien hace siete años se le murió su madre y padece síndrome de Down, lo cual implica cuidado y atenciones especiales. Educada y de corazón noble, esta mujer, de las pocas que por tantos años ejercen diversos oficios para ganarse la vida, pertenece a la corriente del Camino Catecumenado dentro de la iglesia católica, donde constantemente ora, para que cambien muchas cosas e injusticias en el mundo.
EL FUTURO
Al tiempo que aboga por un cambio y gente que se ocupe de propiciar empleos, se lamenta de que muchos tengan que emigrar ante la falta de fuentes de trabajo en Miches. “Nuestros jóvenes se nos están escapando, se nos van de las manos, por falta de oportunidad”, indica.
SU ORIGEN
Su madre, Rosalía Mazara Ciprián de Read llegó embarazada desde Punta Pescadora en San Pedro de Macorís en el 1953. Realizaba trabajos en el campo, especialmente agrícolas; mientras su padre Federico Read Perdomo era maestro en Samaná. Sostiene que gusta de la navegación, pero no se va al mar constantemente por sus compromisos.
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