jueves, 6 de abril de 2017

NATACHA BATLLE: BAJO LA PIEL DE AGUJA

NATACHA BATLLE
VÍCTOR ESPINAL

Está es un poemario que nos llamó sobremanera la atención, ya que no se trata de la poesía a que nos tienen acostumbrados los poetas tradicionales, que es una poesía construida a partir de intereses mercantiles, por lo cual en el pasado la llegamos a catalogar como “poesía técnica”.
Esta bella, esbelta y talentosa mujer hatomayorense se desangra en sus versos a través de las páginas de “bajo la piel de aguja”, una obra que ha sido objeto del más valioso de todos los reconocimientos, que es el que dan los lectores.
En este poemario de 88 páginas, Natacha se presenta como una poetiza de gran experiencia en el arte de escribir, más sin embargo, se trata de su primer libro publicado.
Lo que lleva al lector a crear una inmediata empatía con la autora, es que lo hace creer que lo que está leyendo ha sido vivido por él mismo, sin lugar a dudas la Batlle cuenta con lo que le falta a la gran mayoría de los poetas contemporáneos, la magia de darse a entender, ser aceptada y asimilada por quienes la leen.

Pero eso a ella poco le importa, lo más importante para ella es explotar y sentirse libre de toda esa furia que lleva encendida en los más apartados y desconocidos lugares de su corazón.
En sus versos no usa rima, pero mucho menos métrica, como tratando de decir que los poetas (en lo referente a la gramática) son iguales que algunos senadores y diputados dominicanos, que están llamados para crear o hacer leyes, pero nuca para ellos cumplirlas.
“Bajo la piel de aguja” es un canto de protesta en contra de la infelicidad, de amor en contra del desamor, de ilusión en contra del pesimismo, y de valor en contra de la cobardía.
En su estructura cuenta con paralelos tan fuertes que pueden derrumbar la Muralla China: “llevo sentada en la misma esquina lo mismo que lleva el techo derramando lágrimas ajenas”. Pero eso no se queda aquí, ya que como si se tratase de una gaviota oriunda de alguna lejana y desconocida galaxia que anda en busca de su propia identidad es como se nos presenta, “para no borrar los pedazos del camino donde las sombras vuelven a mí”.
Además, en este discurso de Batlle se convierte en un canto en contra del sistema opresor que rige los destinos del pueblo humano: “para esconder en sus murallas algunas sonrisas de emergencia por si la tempestad se hace muy larga”.
Sin embargo, algo en esta mujer hecha poesía que hace recordar a otra gran hatomayorense, la Premio Nacional de Pesia del 96, Carmen Sánchez, en su primer libro, “Descalza sobre Piedras”, cuando dice: “caliente, rojísima, salvaje… la sangre crece bajo mis pies, algo se rompió… ¿habré sido yo?”.
Por último, en los versos de Natacha Batlle en “Bajo la piel de Aguja”, existe una verdad muy bien oculta y disfrazada, un misterio que solamente el lector con un ojo crítico podrá descifrar: “la angustia fluye amarillenta al ras del suelo, con todos sus demonios,  trae finos tacones, agrieta el silencio de los mosaicos”, o versos como: “¿Acaso no es el corazón una bomba inestable de sentimientos imprecisos?”. Esta verdad no es colectiva, pertenece únicamente a su individualidad y por lo tanto, la dejaremos que siga durmiendo bajo las lápidas del silencio.

La obra cuenta con múltiples metáforas, comparaciones y otras figuras que la convierten en un verdadero manjar, un manjar ante el cual hasta la gran chilena, Gabriela Mistral, se quitaría el sombrero.

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