Es una señora muy dinámica, que se percata del más mínimo movimiento que se hace a su alrededor. Cuando uno menos se lo espera entra a un cuartido que hay próximo a la tumba y regala botellitas de aceite a todo el que quiera. De repente uno voltea la mirada hacia el otro extremo y ahí está ella, en dirección al museo y al santuario que hay en el templo en honor de Elupina.
Es como si doña Marina quisiera contagiar a todos cuantos pisan el lugar, de la fe que tiene a la memoria de Elupina. Se sabe su vida con lujo de detalles, y por ello a la perfección se desenvuelnve como guía, ofreciendo informaciones sobre las pertenencias que existen en el museo de la venerada señorita Elupina.
Lo más sorprendente es que no sólo ella puede sorprender con su entrega a la obra de Elupina Cordero, cualquier sabanadelamarino tiene la capacidad de resaltar sus méritos y, hasta citar algunos de los milagros hechos por esta mujer que quedó ciega a los siete años.
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