sábado, 6 de julio de 2013

El felino de la comunicación de Hato Mayor

El gato humano es un violador consuetudinario
Manuel Antonio Vega
atacando10@gmail.com
El gato es un animal que goza de una gran gama de habilidades y es querido y odiado. Hay gato que han salvado a su amo y otro que le han provocado su muerte.
El Gato al que me quiero referir en este trabajo, es uno que ha llegado a los medios de comunicación de Hato Mayor, un personaje misterioso, que vive más solo que con mujeres, aunque ha tenido problemas por importunarlas.
Se presume tan inteligente  que hasta se cree que puede predecir el tiempo.
A menudos se le ve rascando las orejas, como indicando que viene una tormenta.
Lo he visto zapatear la tierra, como indicando que por esa zona viene el viento.
Es un gato que da muchas vueltas, vive del chantaje y la extorsión.
En los últimos tiempos se le ha lesionado su cabeza, su hocico lo indica. Dicen que está enfermo de una letal enfermedad, que no se ha identificado.
Ya su pelo no le sirve para frenar en el aire, habla como un desenfrenado.
Por sus características y acciones no se sabe aun sobre el comportamiento de este animalito humano, misterioso por demás.
A diferencia del perro, el gato no avisa o da señales de querer algo, sino que cuando lo quiere se abalanza sobre el objetivo.
Se dice que el gato es más casero y no es necesario sacarlos de paseo. El gato de la comunicación no coge vacaciones. Ni en su partido quieren saber de él.
Es un ser indócil en lugares nuevos, por lo que hay que tenerlo en observación, porque sus movimientos felinos lo delata. Es indomable, no acepta disciplina, es peor que “Carlito Baba el de Hato Mayor”. Y miren que Carlito Baba, no sirve para nada y nadie quiere saber de él.
Se está aconsejando a que no se deje salir solo, porque su inteligencia la confunde con la magnesia.
El gato de la comunicación es tan extraño que nadie casi conoce su familia, la considera que es tan salvaje, porque pudo haber venido realmente de una selva.
Se ha comentado que es un espécimen producto del cruce del gato pallas y el gato selvático. Es una subespecie de los gatos silvestres
Camina,  habla y come como si estuviera enfermo, como que nada ni nadie le importa; es un ser amargado. Su casa se descascara por los frentes, porque ni a su hogar pone atención, por estar pendiente y a acecho a quien chantajear.
Parece que está atrapado o es víctima de alguna enfermedad infecciosa como el virus de la inmunodeficiencia felina, con el arañazo o mordida de un gato enfermo, a través de la saliva o de la sangre infectada. Este virus es muy parecido al virus del SIDA humano.
Este despreciable ser necesita de un médico veterinario humano, para evitar muera de una ira, de esa que le dan cuando tiene un micrófono delante de su extraña boca. Le faltan dientes.
Las carreras universitarias no lo han enderezado, sigue siendo bruto en el actuar, hablar y hasta en el gesticular. Dicen que es abogado, pero nadie lo ha visto en estrado litigando. Dice que es maestro, pero nadie lo ve dando clases.
Cuando se delata, se descubre asi mismo como un felino maldito, que busca aruñar y luego devorar a sus presas.
Abrazó la comunicación para tratar de limpiar su honor, embarrado por su aquilatada vida de corrupción y enajenación profesional.
Los gatos domésticos, sea cual sea su raza, son todos miembros de una misma especie, Felis catus, que mantiene una relación con los humanos desde hace mucho tiempo.
Pero este gato es un gato extremadamente malo. El gato de la comunicación es violador.
Los antiguos egipcios habrían sido los primeros en domesticar gatos, hace ya 4 mil años. Pero el gato mío, el que quiero que conozcan, no tiene ejemplo.
Es un gato que actúa con pravedad, donde quiera que le den cabida. Traiciona a quien comida le da.
En las aulas no lo aguantaba nadie.
A su “inteligencia” buscaba ganar capital económico y sexual, por eso se le “extrañó” de las aulas por importunar a las féminas, que algunas llegaron a arañarlo, para no dejarse atrapar de sus sucias pretensiones.
 Al igual que sus parientes salvajes, el gato humano es un cazador nato, capaz de acechar a sus presas y abalanzarse sobre ellas con sus garras y dientes.
Este felino es particularmente eficaz en la mañana, desde su tribuna, cuando logra con sus verbos reflectantes, tener compañeros con menos capacidad intelectual o de  habla a su lado.
En esta parte va en coche, porque se ufana, vendiéndose como un erudito, cuando todo el pueblo de Hato Mayor sabes que es un despiadado abusador sexual y extorsionador de la comunicación.
Su larga cola de hechos punibles no le ayuda a tener un extraordinario sentido del equilibrio emocional.
Su orín dejado en cada escenario que participa lo delata, es su marcador.
Dejar su rastro es el modo que tiene de informar a otros del alcance de su territorio. Su repertorio vocal va desde el ronroneo hasta el chillido. En partido, en la universidad, en la escuela, en la familia, por doquier que camina o ha pasado es despreciado por los grupos. Es mejor que deje las calles de Hato Mayor, para que no siga siendo el hazmerreir de la sociedad.
Ahora está comiendo poco, porque las monedas no le alcanzan y ya no tiene a quien chantajear y extorsionar.
Ha desarrollado un estómago simple, apropiado para digerir carne cruda.
También ha mantenido una lengua áspera que les ayuda a aprovechar hasta el último trozo de carne de los huesos de los animales (y también a acicalarse el mismo).
Su dieta, no obstante, han variado con las golosinas que les ofrecen los hombres, aunque pueden completarla con sus propios trofeos de caza.
El gato de mi historia, seguirá siendo un taimado, un bruto, aunque esté en los medios de comunicación.
No podrá limpiarse del estigma que le tiene el pueblo de violador de alumna, esa huella, esa marca se la ganó con mérito, por importunar, perseguir y hostigar alumnas en las aulas, llegando arañar a algunas.
Es el gato violador, sin moral, sin escrúpulo. 

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